Sobre cómo y por qué ganarse la vida escribiendo nota roja y algunos consejos para entrarle.
¿Por qué querría alguien escribir nota roja?
Llevó varias horas dándole vueltas a la pregunta y para ser honesto no encuentro una respuesta que los conmueva, que los lleve a decir sí claro yo también quiero dedicarme a eso.
En mi caso no fue una vocación ni un deseo que surgiera de ver a otras personas abordar el género, fue una decisión involuntaria provocada por la necesidad de salir del periódico en el que estaba y donde llevaban ya unos meses sin pagarnos de manera regular.
Es lo que hay, le entras o no, me dije mientras caminaba por avenida Juárez hacia el Metro Hidalgo, hace ya casi 10 años, cuando salí por primera vez de la redacción de El Gráfico.
Y claro que le entré porque mi sueño siempre fue trabajar en un periódico y que me pagaran por escribir, yo quería vivir de esto.
Pero vamos por partes. Cuando estudiaba nunca pensé en la nota roja como una opción. De hecho, ninguno de mis maestros me alentó a pensar en ese camino. Lo veían -como muchos aún lo ven- como el primer escalón para obtener el puesto de reportero, el lugar en el que te vas a curtir y a pagar derecho de piso para llegar a las fuentes estelares.
Hay parte de razón en esa afirmación porque en la fuente policíaca se obtiene algo valioso y que muchos vamos perdiendo con el paso de los años: la calle, el sitio donde está la información de primera mano, donde puedes platicar con el policía, acercarte al vendedor, al curioso, al vecino metiche, a todo aquel que aporte un granito a la historia que queremos contar.
Porque a final de cuentas de eso se trata, de contar historias, de tratar de explicar por qué una persona asesinó a otra, revelar sus motivos, ponerse en el papel de la víctima, contar un crimen sin ser explícito.
No siempre es necesario contar cómo alguien fue asesinado. A veces es mejor no mostrarlo, pero sí lo que ocurrió antes y cómo desembocó en esa tragedia.
En el cuento La Intrusa, de Jorge Luis Borges hay un asesinato, el de una mujer que es disputada por dos hermanos. Sin embargo, no se describe el homicidio a pesar de que esa parte de la trama le da sentido al relato.
Además, en un primer momento, pensando en el ajetreo de la edición diaria de un periódico o noticiero, no siempre cuentas con todos los elementos a la mano, el expediente que describa las lesiones o la posición en que quedó un cuerpo.
Pero eso se puede suplir con otros elementos como la descripción del lugar, los gestos de las personas que se acercaron al ver el barullo provocado por los policías, el clima ¿había sol o llovía?
Pero ante todo lo que ya tienes confirmado. Siempre cabe la pregunta ¿qué es lo que sé de lo que pasó?
A diferencia de la literatura donde la imaginación es vital, en el periodismo nada supera la contundencia de los hechos.
Así que esa es la primera recomendación que podría dar: salir a la calle, escuchar a la gente, ver sus reacciones, abrir los sentidos.
Bien lo dijo el reconocido periodista español Miguel Ángel Bastenier: “El periodismo es una profesión con poca universidad y mucha calle”.
En todas las cosas existe algo que nadie contó o lo dijo de otra manera. Y para darlo a conocer a los demás estamos nosotros.
“Si hay personas que ven natural robar y atacar a otros, tenía que ser interesante contarlo”, dijo en una entrevista el abogado sueco Jens Lapidus, quien inspirado en los expedientes de sus clientes optó por escribir novela negra.
SÉ CONFIABLE
En buena medida un reportero vale por sus fuentes, las personas que confían en él para hacer público algo. A diferencia de otras profesiones, nosotros dependemos excesivamente de los demás. No estamos obligados a saberlo todo, pero sí a saber dónde buscar.
Y para ganarte la confianza de un lector, primero tienes que obtener la de las fuentes de información. Es difícil pero no imposible.
Cuando me paré por primera vez por la sala de prensa de la procuraduría capitalina no conocía a nadie, me veían como bicho raro.
Pero había que iniciar por alguna parte.
Mi táctica fue ubicar a quienes yo veía que no estaban a la caza de los comunicados de prensa para mandar una nota a sus redacciones.
Me di cuenta que habían hecho buena relación con algunos agentes o funcionarios y en corto, sin grabadoras de por medio que los intimidaran, solían darles buenos tips o incluso notas de ocho.
Empecé a imitarlos. Cuando había una presentación de presuntos responsables, saludaba a los policías con alguna pregunta tonta y quizá obvia pero que rompiera la barrera. Lo mismo hice con algunos funcionarios. Pero no era suficiente.
También opte por darme una vuelta por las agencias del Ministerio Público para abordar a los familiares de los detenidos o de las víctimas. Cuando tenía suerte contaban su versión que siempre es contrastante con la que tienen las autoridades y nos da otra óptica de las cosas.
Aún así la información que obtenía era poca para competir con los que dominaban la fuente. Porque hay que ser claro, un reportero que se respete siempre, siempre va a querer ganar la nota.
Recurrí entonces a un amigo que había cubierto años antes la procuraduría capitalina y le conté que no la estaba haciendo, “me están chacaleando”, le dije, aludiendo al término que se ocupa en el gremio para decir que te están dejando atrás.
Solidario, me envió con una agente que me tendió la mano y me fue presentando a algunos de sus compañeros. Después éstos me presentaron a otros y poco a poco forme una pequeña red de informantes a los que les garantizaba el anonimato.
Conocí todo tipo de policías. A los que les gusta investigar, los que buscan dinero, los que se quejan de todo, los que aguantan vara y no se intimidan a la hora de los chingadazos. Los que me hacen recordar aquella frase de Raymond Chandler:
«Soy un poli -dijo- Sólo un poli normal y corriente. Razonablemente honesto. Todo lo honesto que se puede esperar que sea un hombre en un mundo en el que eso no está de moda».
Y poco a poco comencé a obtener material.
Recuerdo el caso de unos adolescentes que cometieron al menos 5 homicidios en la zona boscosa de Tlalpan. Sus víctimas fueron taxistas y el móvil en todos los casos fue apoderarse del vehículo por el simple gusto de tener uno.
La historia me impactó. Logré ponerme en contacto con el comandante que encabezó la detención. Después de algunas llamadas me recibió en su oficina en Tlalpan para darme detalles de la captura.
La plática fue productiva. Con esta entrada se publicó la historia en aquella ocasión:
—
Cuando Luis Bernardo, El Yuca, fue descubierto pidió una sola cosa a los agentes que lo detuvieron: que no les dijeran a sus padres adoptivos de qué estaba acusado.
-Les voy a dar un gran dolor, dijo con un supuesto arrepentimiento que no logró convencer al comandante que tenía enfrente.
– Nomás faltan unos violines para esta escena, casi me haces llorar cabrón, le habría respondido.
No era para menos, el joven flacucho que tenía frente a él, de entonces 17 años y quien ya tenía un hijo de un año y medio, acababa de admitir su participación en cinco asesinatos y otras tres tentativas de homicidio.
Pero había más: reveló que, de sus siete cómplices, seis eran menores de edad y que él, era el líder de la banda.
Era agosto de 2008 y con su captura, la procuraduría capitalina había resuelto una serie de crímenes cometidos en la zona del Ajusco en la delegación Tlalpan.
-¿Cómo se llama tu banda?
-Somos Los Saicos, respondió sin saber que, a esa banda, que también operaba en Tlalpan, le adjudicaban otros delitos.
-Esos son otros, mejor Los Chacalitos de Tlalpan.
-Suena bien, respondió El Yuca.
Y así los nombraron.
—
Pudo haber quedado mejor pero el punto es mostrar que eso que conté no nos lo habrían dicho jamás en una conferencia de prensa.
En otra ocasión al estar en la redacción me pasaron una llamada. La voz al otro lado del teléfono aseguraba que llamaba desde del Reclusorio Oriente.
Googleé el nombre y apodo que me dio y resultó ser un presunto sicario del que yo había escrito. Me dijo que leía mis notas con regularidad en prisión y me aportó unos datos de algún caso.
Después de esa llamada hubo otras más, siempre marcaba a la redacción por las tardes, la verdad es que me dio temor darle mi número personal.
A veces la nota sale de dónde menos la esperas, aplica también en nosotros aquella máxima del futbol que reza: “portero sin suerte no es portero”.
Rodolfo Palacios, un periodista argentino con el que tuve la suerte de tomar un taller de crónica roja, aquí en la Ciudad de México, dijo algo que hace referencia a la forma personalísima de trabajar.
“En el periodismo hay muchos métodos y eso lo hace un oficio fascinante. Todo método es válido siempre y cuando no sea antiético o ilegal.”
NO SOMOS JUECES
Desde hace ya un buen rato la muerte tomó por asalto las portadas de los diarios y los espacios en los medios electrónicos. La inseguridad alcanzó por igual a políticos, empresarios, artistas, deportistas y a todos los que no somos famosos. Ahí está la verdadera democracia.
La violencia se ha convertido en un espectáculo, alentado en gran parte por quienes trabajamos en los medios de comunicación.
Pero tampoco podemos ocultar lo que ocurre en este país que a veces pareciera ser una gigantesca fosa. El crimen es parte de nuestra sociedad, los asesinos, los violadores, extorsionadores o secuestradores viven entre nosotros.
En determinadas circunstancias, llevados al límite, cualquiera puede convertirse en un delincuente. ¿Has pensado cómo reaccionarías si alguien atentara contra tus hijos, tus padres, tus seres queridos?
Y pensando precisamente en que hablamos de personas “reales”, con una vida, amigos y una familia la pregunta es ¿cómo contar un hecho violento?
Empecemos por lo fundamental: no perder el respeto ni por la víctima ni por el victimario. No ponernos en el papel de juez y decidir por anticipado quién es el bueno y quién el malo. Como bien decía en otra entrada Alejandro Carrillo, nadie es completamente ni lo uno ni lo otro.
Es muy común que al contar un caso optemos por esa estructura de telenovela chafa: el villano desalmado y la víctima abnegada. Así lo reflejan muchas veces nuestras notas y encabezados.
Quizá recuerden el caso del pastor José Marc Flores Pereira, “Josmar”, quien en 2009, amagó con secuestrar un avión de Aeroméxico armado con dos latas de jugo y posteriormente dijo que lo hizo porque “tenía un mensaje de Dios para México”.
Este hecho acaparó la atención de todos. Fue portada en todos los periódicos, pero uno de ellos, La Prensa, publicó el encabezado más polémico y quizá anti periodístico: “Pinche loco”.
Todos los días estamos al filo de la navaja. Delincuentes o no esas personas son nuestra materia prima y siempre vamos a salir magullados.
Pero tampoco podemos olvidar que formamos parte de una industria y en el periodismo como en la vida no podemos quedar bien con todos.
Lo que sí podemos y debemos hacer es hacer que cada nota que lleva nuestra firma sea la mejor versión que pudimos entregar. Que el lector encuentre en esa nota detalles que no encontrará en otro lado. Que asocien tu nombre con calidad, que al verlo digan: ¡ah este cabrón sí sabe de lo que está hablando!
Y para eso hay que tratar de explicar lo mejor posible lo qué ocurrió. No quedarnos con una sola versión, no contarlo como si la voz de un policía o un funcionario fuera la nuestra y hacer afirmaciones temerarias que no nos constan.
Siempre hay que marcar distancia y la mejor forma de hacerlo es dejar en claro quién dice qué. En la medida de lo posible hay que darles cabida a todas las partes de una nota, contrastarlas y dejar que sea el lector quien saque sus conclusiones.
A mi muchas veces me han reclamado por las notas que publico. Me han dicho de todo. La queja más recurrente es por la invasión a la privacidad.
Pero también me he dado cuenta que en la mayoría de los casos los reclamos no son por lo escrito sino por las fotografías que acompañan el texto o los encabezados, que por lo general no redacto yo.
Aclaro: por supuesto que me he equivocado muchas veces y juró que me pendejeo bastante cuando eso pasa. Así como no puedo dormir cuando sé que publicaré una buena historia, también duermo poco cuando traigo atravesada la culpa.
Una de esas ocasiones, la más grave quizá, fue durante la cobertura del caso Heaven, en mayo de 2013, cuando varios jóvenes originarios de Tepito, fueron secuestrados en un bar de la zona Rosa y posteriormente fueron asesinados y enterrados clandestinamente en un rancho en Tlalmanalco, Estado de México.
En los primeros días del caso, tres diferentes fuentes me aseguraron que los jóvenes habían sido asesinados. Confié en su dicho, lo publiqué y fallé porque en ese momento aún la policía no sabía cuál era el paradero de las víctimas.
Lleno de vergüenza fui a buscar a mi jefe y a la directora del periódico y ofrecí mi renuncia. Para mi suerte no me la aceptaron.
Pero este trabajo siempre nos da revancha. En algún lugar leí o escuché –ya ni sé- que en el periodismo tus aciertos y tus errores terminan con la edición del día siguiente.
Es una gran ventaja, pero también una joda porque tu éxito, si es que hay tal, caduca de inmediato, más veloz que un meme o un #Lord o #Lady en estos días.
HUYE DE LOS LUGARES COMUNES
El periodismo en general está lleno de lugares comunes. En los diarios “serios” es común leer notas en las que se escribe mucho para decir poco. Notas plagadas de declaraciones y no de hechos.
Textos en los que abundan fórmulas hechas como “El primer mandatario”, “en este contexto”, “la máxima tribuna de la nación” y muchas otras que dan una flojera inmensa y nos alejan de los lectores.
Eso es en general, pero en la prensa popular y más en la policiaca, tenemos nuestros propios vicios: redacción más cercana a un parte policiaco que a una nota y en el peor de los casos falta de detalles que se suplen con invenciones o creencias del que escribe.
Tenemos nuestro machote de lugares comunes: “El comando armado”, “los hechos ocurrieron”, “huyó con rumbo desconocido”, “el cuerpo quedó entre los fierros retorcidos”, entre muchas otras por no hablar los titulares que nos heredó “Alarma” del tipo “Raptóla, violóla y matóla.”
No hay fórmulas para redactar, creo que cualquiera lo sabe. Para el periodismo es clave la sencillez, que no está peleada para nada con el estilo, en lo personal, hace mucho que me aleje de la estructura que nos enseñaron en la escuela de que el primer párrafo debe responder todas las preguntas: ¿qué? ¿quién? ¿cómo? ¿dónde? y ¿cuándo?
Si bien es cierto que la entrada debe ser poderosa e invitar al lector a quedarse hasta el final, también es verdad que el encabezado y los sumarios nos ayudan a darle una idea a la gente de qué es de lo que vamos a hablar, y no es necesario informar como un cable de agencia de noticias.
Nuestra nota, reportaje crónica o entrevista tiene que atrapar al lector, darle algo más de lo que puede ver en los 140 caracteres de un tuit o en un estado de Facebook.
Un mismo hecho se puede contar de mil formas distintas y ahí está la magia de nuestro trabajo. Lo que no debemos hacer es mentir. Aunque haya frases que suenen impactantes o profundas, sino tienen una secuencia lógica o se apegan a la realidad, no sirven.
DESINTOXÍCATE
Los que trabajamos en la nota roja siempre estamos buscando la muerte esperando que no nos encuentre ella primero.
Quienes nos rodean a veces creen que somos crueles e insensibles. Si alguien tomara mi celular y viera el carrete de fotografías, se encontraría con varias imágenes desagradables y pensaría que soy un sicario.
Muchos somos sarcásticos, burlones, un tanto fríos ante la muerte porque para los que trabajamos en esto se vuelve común el uso de palabras como sangre, balas, asesinato.
Y en ese trajín pocas veces nos detenemos a pensar en los que murieron. En esas vidas cortadas de tajo que dejan hijos, madres, padres, esposas, hermanos: un navajazo, un golpe, un tiro y pum todo lo que era ya no está. Sanseacabó.
Para ellos porque los que nos quedamos tenemos que continuar, y aunque pareciera que no, cada caso nos marca de diferente manera. Te corta un poco la fe en la humanidad si es que aún la tenías.
No es lo mismo saber de un niño asesinado a golpes por sus padres, que de un ladrón alcanzado por la venganza instantánea de sus víctimas.
Y cuando crees que ya lo viste todo, aparece un crimen aún más violento que el anterior. Uno que podrías calificar con decenas de adjetivos de no ser porque eso no está permitido en el periodismo, o al menos en teoría.
Por eso es importante soltarte al final de la jornada. Limpiarte de todo lo que has visto, borrar imágenes del celular, llegar a tu casa y disfrutar a los tuyos. Reírte, dejar atrás la solemnidad.
Cada uno puede hacerlo a su manera. Yo no soy religioso, pero en lo personal agradezco llegar a casa, besar a mis dos hijas, a Olga mi esposa, abrazarlas. Recordar que ellas son mi motivo y mi motor.
Pero también tomarme una cerveza o dos, ver televisión, escuchar música, leer las páginas de un libro, sonreírle a la pantalla del celular al ver las estupideces de tuiteros desconocidos que me sacan de esta realidad.
Y al día siguiente retomar el trabajo, empezar de nuevo recordando a Paco Ignacio Taibo II cuando dice “no pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean. Y narramos, por tanto, desde la feroz y divertida rabia del que ha perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empieza a recobrar el sentido del viaje”.
Y es que, a final de cuentas, yo también me gano la vida escribiendo.
¿AÚN ASÍ QUIERES SEGUIR?
Si después de todo este rollo aún te interesa dedicarte a escribir nota roja, ser reportero o trabajar en los medios, van algunas recomendaciones.
No temas empezar desde abajo.
Muchos de mis compañeros y yo mismo iniciamos en las redacciones como asistentes, yendo por las tortas de los jefes, haciendo literal, los mandados. Afortunadamente esa es una práctica ya casi en desuso. Y aunque podría ser humillante, ayudaba a los jefes a ver quién de verdad quería dedicarse a eso. Digo, no todos aguantan algunos meses como gato ganando el mínimo.
Pero a uno le ayuda a ver cómo funcionan las redacciones, conocer sus tiempos, la forma en que cada equipo trabaja.
No se trata de sufrir ni regalar el trabajo, pero sí de aprender a ganarte un lugar en tu redacción. Obtener un espacio en las páginas interiores y saltar a la portada.
Puedes visitar redacciones, tocar puertas, pero actualmente es más fácil contactar reporteros o periodistas a través de sus redes sociales. Sugiero que no busques a las “vacas sagradas” que muchas veces ni siquiera atienden personalmente sus cuentas. Contacta a quienes puedas tomar como referencia y dile que quieres trabajar en esto, que estás a la caza de una oportunidad.
Desde afuera se ve difícil pero adentro hay la percepción de que en los medios somos los mismos. A mí me han pedido sugerencias para puestos de redactor y más de una vez he dicho «no sé quién», quizá la persona que estamos buscando eres tú. Si de algo puedo ayudar y tengo chance de hacerlo estoy a la orden en tuiter como @OrtizMayen
CAZA LAS OPORTUNIDADES
La mayoría de los periódicos, revistas o estaciones de radio admiten practicantes para cumplir con el servicio social. Esa es una puerta de entrada a los medios. Muchos compañeros ingresaron a través de ese sistema.
Otros como el diario Reforma, una o dos veces al año emiten convocatorias para reclutar recién egresados de las universidades.
A través de talleres, eligen a algunos de los candidatos para formarlos como reporteros con su particular estilo de trabajo y los principios de ese periódico. Ahí han empezado muchos compañeros que ahora son gente de experiencia. Puedes revisar constantemente su portal de internet para cazar la convocatoria o enviar un correo a talento_editorial@reforma. com para preguntar por las fechas.
TU ERES EL MEDIO
El auge de internet y las redes sociales han abierto miles de ventanas para ejercer el periodismo. No es necesario estar en una empresa de comunicación para informar.
A través de Facebook y su aplicación para compartir videos en directo, varios han encontrado un nicho para dar a conocer su trabajo y de manera paulatina, los que están en los medios «formales» han comenzado a retomarlos e incluso a citarlos como fuente.
Uno de esos casos es un grupo de personas que conforman Operaciones Especiales y que en Facebook ya acumulan un buen número de seguidores.
Otros portales que trabajan con recursos mínimos han logrado posicionarse y debido a que compiten informativamente, han comenzado a comercializarse y ser proyectos viables a largo plazo.
Las redes sociales e Internet nos dan esa posibilidad que antes no teníamos. La posibilidad de ser escuchados.