Los escritores y el rechazo: la lista de 25 imprescindibles cosas que cualquiera que se dedique a escribir debe saber
Este artículo primero se publicó en ingles en Terrible Minds, de Chuck Wendig.
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Ahh, en este mes de NO MISERICORDIA es tiempo de entrarle duro al tema de:
LOS ESCRITORES Y EL RECHAZO
*un trueno retumba en el cielo*
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Tan inevitable como la marea
Si eres un escritor, un escritor que escribe, un escritor que pone su chamba allá afuera, tarde o temprano te van a rechazar. Es casi como decir: “Tarde o temprano vas a pelearte a golpes con un oso”, sólo que no se trata de sólo un oso, sino de un chingo; un desfile de koalas y grizzlies listos para enfrentarte a mano limpia. El rechazo, como la mierda, suele suceder. El rechazo, como la mierda, se limpia. Así que acostúmbrate.
El rechazo, como la mierda, suele suceder. El rechazo, como la mierda, se limpia. Así que acostúmbrate. Share on X-
Darwinismo escritoril en acción
El rechazo es valioso. Nos revela cuando nuestro trabajo o habilidades todavía no son suficientemente buenas y deben mejorarse.
El rechazo es valioso. Nos revela cuando nuestro trabajo o habilidades todavía no son suficientemente buenas y deben mejorarse. Es una revelación poderosa, como cuando alguien descubre la silueta de Cristo en la mancha de humedad del techo o encuentra la forma de la Virgen María en el sandwich que está a punto de comerse. El rechazo nos refina: aquellos que sean presa de sus malditos tentáculos chupadores de alma están perdidos, pero aquellos que persistan serán sobrevivientes. Así que mejor pregúntate: ¿Tú qué clase de escritor eres? ¿De los que sobreviven o de los que mueren asfixiados por los tentáculos asesinos?
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Primero ESTO, luego lo OTRO, ese es el valor del guardián del umbral
Sí, odia todo lo que quieras la autocracia del guardián del umbral, pero la verdad es que el fuego del rechazo nos purifica (siempre que no nos queme toditos y nos deje hechos un montón de cenizas). El escritor, cuando es rechazado, aprende muchísimo sobre sí mismo, su trabajo, el mercado, el negocio. Hasta los autores que deciden autopublicarse deberían, de vez en cuando, exponerse a los afilados talones y endiablados dientes de la maquinaria del rechazo. Los escritores que nunca han sido rechazados son igualitos a los niños mimados que reciben premios por todo lo que hacen: se la pasan bailando tap encima de la montaña “SOY TAN ESPECIAL” sin haber tenido nunca que abrirse camino hasta la cumbre a través de la nieve y los leopardos salvajes. El escritor, cuando es rechazado, aprende muchísimo sobre sí mismo, su trabajo, el mercado, el negocio.
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Siempre se siente de la chingada
El rechazo siempre se siente de la chingada. Duele, a mí, a ti, a todos. A nadie le gusta que lo rechacen. Un escritor al que sí le guste es porque en el fondo es un robot al que debemos destruir antes de que nos mate a todos por estar hechos de carne. El dolor es instructivo. Y no es permanente. No si no lo dejas ser. A algunos escritores les encanta la miseria, la saborean como un dulce que nunca se acaba y siempre traen pegado en el cachete, chupe y chupe. Así que ni madres, no hay que disfrutarlo.
A algunos escritores les encanta la miseria, la saborean como un dulce que nunca se acaba. Share on X-
Las cinco etapas del duelo
Si te rechazan, a lo mejor vas a experimentar una versión más o menos igual a la de las famosas cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. Aquí la clave es llegar a la última lo más rápido que puedas. Yo, de hecho, generalmente experimento dos etapas más: “licor” y “helado”, así que las tuyas pueden variar.
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Nunca es personal
No se trata de ti. Es sobre tu trabajo. Digo, al menos, claro, que sí se trate de ti. Porque a lo mejor si mandas una historia a un editor y él te dice que eres una basura y un terrible ser humano, bueno, a lo mejor ahí sí es personal.
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Descifra el código. Traduce el no
Cada rechazo dice cosas diferentes. No todos los “nos” son iguales. ¡Ni madres! Nel, no puede ser: si doscientas editoriales me dicen NO y una me dice SÍ, ese SÍ invalida los otros NOS. Un rechazo puede querer decir que hay algo mal con la historia, otro con tu escritura; un tercero le gusta la historia pero odia que no se le pueda categorizar y, por lo mismo, vender en el mercado editorial.
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La verdad yace en los patrones
Descodifica los patrones y deja que las cosas en común de tus los rechazos te revelen una verdad que hasta tú tienes que aceptar.
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Algunos rechazos valen lo mismo que una camisa de fuerza de manga corta
No todos los rechazos ni todas las personas portadoras del terrible: “no me interesa”, son iguales. Los rechazos formales no te dirán nada más que el editor ni siquiera tuvo tiempo de leerlos. Y los que sólo te diceN “no” son todavía menos útiles. A veces por más que le rasques hasta irritarte y pelarte la carne, no encontrarás ningún significado ni nada real con que trabajar. Reconoce que algunos rechazos -no todos, ni siquiera la mayoría, pero algunos- son tan útiles como una caja de zapatos llena de ratones muertos.
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¡Cuidado con la ironía! Rechaza la crueldad
De vez en cuando te vas a topar con un rechazo maligno, de plano bien malintencionado. Un rechazo que no te hace mejorar (para eso deberían de ser todos los rechazos) sino uno que es destructivo en vez de constructivo o que insulta agresivamente (o pasiva-agresivamente). No sé. A lo mejor el editor estaba de mal humor o simplemente es un pobre pendejo frustrado y amargado con el mundo. Es raro, pero pasa. Cuando ocurra: ignóralo y deséchalo. Se espera que tú seas un profesional y ellos también deberían.
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Atesora los rechazos oportunistas
Atesóralos como lo haría un niño o un frikie con sus muñecos de starguars. Por rechazo oportunista quiero decir un rechazo hecho para ayudarte, no sólo para rechazarte. Por ejemplo, un rechazo escrito a mano con una crítica honesta de tu trabajo, es oro puro. Igualmente chingones son los rechazos que te ayudan a entender las cosas buenas que ya tienen tus historias y que hasta te invitan a hacer correcciones y volverlo a presentar. A mi me pasó eso con el primer cuento que mandé. Acepté el juego: corregí. La historia mejoró. La volví mandar. La publicaron. Me pagaron. un rechazo escrito a mano con una crítica honesta de tu trabajo, es oro puro
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Que guste o no guste es subjetivo
Contar historias no tiene nada que ver con las matemáticas, ni tampoco la crítica literaria. Cualquier rechazo va a ser en su mayor parte subjetivo: es una opinión. Eso no significa que sea malo o bueno, o que no tenga ningún valor, pero sirve saber que estás lidiando con un conjunto de opiniones; opiniones informadas, casi siempre, pero opiniones al fin de cuentas. Algunas opiniones, claro, son más objetivas que otras y están basadas en un criterio que deja poco espacio a la interpretación. Lo que quiero decir es que:
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Algunas veces, toda la culpa es tuya.
Los rechazos objetivos ocurren por dos cosas; uno: no seguiste las reglas de la convocatoria o los requisitos para mandar tu trabajo (¿Puedo decir, por favor, que siempre debes seguir los requerimientos que te piden? Aún cuando los requerimientos sean algo como, “cada esquina del manuscrito debe ir impregnada con la orina de un gato incontinente y para que la magia penetre debe el escritor escribir sobre ellas su nombre al revés”, debes hacerlo porque no eres un unicornio de la realeza, eres un caballo común y corriente como cualquiera de nosotros y no tienen por qué hacer excepciones contigo, ¡carajo!); o dos, tu habilidad técnica básica está de la chingada: si no puedes distinguir entre “a ver” y “haber” te vas a ganar a pulso ese rechazo objetivo y ahí sí ya no se vale estar chillando.
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“No es para mí”
Hay dos formas para entender este tipo de rechazo: una, tu historia es buena pero no para ese mercado/editor/fase lunar; dos, el editor no está cómodo con la verdad o no quiere ofender a nadie, así que amablemente se aparta para no decir nada ni remotamente ofensivo ni controversial.
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“Esto no se puede vender”
Esta es una versión un poco distinta de la anterior, y se refiere sólo al mercado. No significa que tu libro o cuento o artículo sea malo, y, chale, hasta puede estar muy chido, pero no para ese tipo de público. Por supuesto, este no es para nada el peor de los rechazos.
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¿Cuándo autopublicarte?
Ser rechazado no es una razón suficiente para correr y autopublicarte
Ser rechazado no es una razón suficiente para correr y autopublicarte. Osea, en serio, es como si dijeras: “Todo el mundo lo odia, entonces ¿por qué no castigar a los lectores publicándolo? ¡Al bati-resenti-mobil!”. Pero, a veces, muy contadas, el patrón de rechazos sí indica que la autopublicación es una opción. Ya sabes, si ya tuviste muchos de estos: “Es bueno, pero no puedo hacer nada con él”, quiere decir que la industria editorial odiadora de tomar riesgos no está dispuestas ah, duhh, tomar un riesgo contigo. Así que sólo entonces podrás asumir el riesgo y autopublicarte o, seguir esperando a que estos rechazos “positivos” te lleven a una eventual publicación (eso fue lo que hice con mi libro Blackbirds)
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El poder de: “la neta no es tan buena”
Al principio es triste. Te arrancas montañas de pelos de la cabeza. Le pegas a los espejos. Empapas tus almohadas con lágrimas de rabia y arrepentimiento. Pero entonces llega la revelación: Chale, la neta mi novela no es tan buena. Es un momento poderoso y liberador. Liberador porque está en tu poder mejorarla; no puedes cambiar las fuerzas del mercado, pero puedes cambiar la calidad de tu trabajo. Así que hazlo.
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La crítica es una plática, el rechazo no.
No le respondas a un editor o agente para tratar de convencerlo para que acepte tu trabajo. Es inútil, y hasta ridículo. Se puede olfatear tu desesperación a kilómetros de distancia. Para bien o para mal la puerta está cerrada, así que mejor aguántate. Tratar de tirarla a patadas no le hace bien a nadie y, ahhh, sí, también es muy poco profesional.
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Sólo para aclarar: No seas un pinche chamaco mamón nalgas miadas.
Por favor, no se te vaya a ocurrir escribirle al agente o editor para discutir y vilipendiarlo por no apreciar tu tremenda genialidad de poeta maldito. Eso no va más que a hacerte ver como un chavito pan de dulce, ridículo, al que humillarán de por vida, siempre que te encuentren en algún coctel. Lo mejor que puedes hacer con cualquier rechazo es darles las gracias y seguir con tu vida. Apaga el pinche megáfono. Ponte los pantalones y deja de chillar.
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Los lazos en común de los letra-servidores
Cada escritor, desde el más cabrón, mamón y consagrado hasta el más bajo, ha sido rechazado. Cada libro, película o historia que te gusta ha sido rechazada. Probablemente no sólo una vez. A lo mejor docenas, o hasta más, cientos de veces. Es parte de ser escritor, de nuestra memoria genética. El rechazo es parte de lo que somos como seres creativos.
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Pega tu estampita en la defensa de tu coche: “A los escritores de verdad se les rechaza”
Este ahí se los dejo así nomás, pa’ que reflexionen.
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Presume tus rechazos
Construye un muro, un altar, un museo para presumir tus rechazos.
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Ponte chingón: hazte duro.
Los rechazos te hacen más duro. Acéptalos, absórbelos. Deja que entre el golpe.
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Una vez más, pon a prueba tu flora intestinal
El mejor amigo de un escritor son sus tripas. Conforme pasa el tiempo, la colonia de bacterias que vive ahí y secretamente nos controla, empezará a trabajar en armonía y pronto sabrá cuál es el camino que debe de tomar. Conforme el parlamento de microorganismos se sintonice a tu modo de hacer las cosas y a las respuestas del mundo, empezarás a tener una idea más clara sobre cómo manejar los rechazos y seguir adelante. No sé si todos los escritores deban confiar en sus tripas desde el principio, pero al final tendrán que hacerlo. Porque serán ellas las que finalmente te dirán cómo juzgar cada uno de los diferentes rechazos: tu panza, tus tripas, tú mismo, pues, te dirás si es tiempo de enterrar tu cuento en un hoyo de barbacoa y no volverlo a sacar, o si mejor le das tiempo, si eres paciente y lo mejoras poco a poco para que encuentre su propio camino hacia la publicación.
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Los rechazos son la prueba de que en verdad eres escritor
Los peleadores se reconocen unos a otros porque se parecen: los nudillos hechos mierda, los tabiques partidos, una cicatriz en el labio, los sospechosos hoyos negros donde antes crecieron dientes. Estas son señales de ser un super hijo de su puta madre chingón. Porque, imagínate, si ves a un guey que parece un red de cicatrices, piensas: “no mames, se ve que a ese culero lo aventaron a un basurero lleno de vidrios rotos y salió más malo y cabrón de lo que ya era”. Bueno, así es como tienes que vivir el rechazo: las cicatrices de batalla de guerrero azteca; un mapa de dolor que te hace más fuerte, más rápido, más listo y más extraño. Un escritor sin rechazos bajo el brazo es lo mismo que un albañil con las manos suavecitas: si le das la mano te vas a dar cuenta que no es ni un trabajador ni un peleador y no sabría apreciar el valor de su esfuerzo ni aunque enfrente de sus narices se lo metieran por el culo. Los rechazos son la prueba de tu esfuerzo. Siéntete orgulloso de tenerlos.
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