Una entrevista con Carlos Flores Vargas (el escritor apestado); sobre la dignidad y el amor de vivir de tu oficio hasta las últimas consecuencias
Era 2014 cuando supe por primera vez de Carlos Flores Vargas: en ese tiempo me gustaba ir con mi novia de entonces a dar largas caminatas por el centro. En alguna ocasión en Bellas Artes un señor con un chingo de recortes de periódicos colgando del cuello y una estantería de libros se nos acercó. Pensé que era un testigo de Jehová o un pedo así, le di unas monedas y me fui.
En aquella época ni se me cruzaba por la cabeza estudiar periodismo, me valían madres las historias ajenas y mi disciplina de escritor era malísima: no leía todo lo que llegaba a mis manos, fuera bueno o malo, como lo hago ahora, así que ignoraba la historia de un escritor al que el mundo editorial dejó de pelar.
La historia de Carlos, el señor de los libros, me volvió a encontrar en 2016 cuando recorría alguna librería de viejo en Donceles: En la sección de autores mexicanos vi un libro de color amarillo chillón que resaltaba entre los demás. Era de Ediciones el Patito Feo y su título era Estela y la sangre. Al ojearlo me di cuenta que era el señor que vi dos años atrás y que desprecié dándole unas cuantas monedas. Me sentí de la chingada.
Lo compré y esa misma tarde lo acabé. Luego me puse a buscar en Google sobre el buen Carlos y su batalla contra la editorial Diana. Ahí había una buena historia: lo rastreé por Facebook y, súper accesible, me dio una entrevista que fue por allá de mayo. Cuando acabamos me dijo que le diera diez ejemplares de donde se fuera a publicar. La entrevista iba para un concurso en mi escuela que al final perdí, pero se terminó publicando en el periódico escolar. Los ejemplares para agosto ahí estaban, pero por hueva, o enojo porque había perdido, no llamé inmediatamente a Carlos, sólo días después le dejé un escueto mensaje de que ahí estaban y que cuándo podía ir a dárselos.
El 27 de agosto, me metí a su perfil de Face y descubrí que había fallecido a causa de cáncer de pleura, sólo nueve días antes. Inconsolable, me puse a llorar y lo único que me quedó fue escribir una condolencia y marcarle a su pareja, que hasta el día de hoy no me ha contestado. Su historia entusiasma a otros jóvenes, y probablemente yo fui la última persona a quien le concedió una entrevista.
Ahora les dejo la entrevista para Tinta Chida (con más cosas publicadas que las que estuvieron en la primera versión). Esta vez la relaciono con cosas que me dejó, como la perseverancia a la hora de la escritura, el releer y corregir todo lo que se escriba de manera obsesiva, formar los abdominales del rechazo hasta que el pinche estómago no sienta nada y la más importante: mandar a la chingada a todo aquél que me diga que de escribir no se puede vivir.
La entrevista
“El escritor apestado”, “El escritor autófago”, “El señor palabra” entre otros, han sido algunos de los motes que le han puesto a Carlos Flores Vargas, un escritor que en la década de los ochenta firmó contrato con la Editorial Diana para publicar diez mil ejemplares de su primer libro: Cuentos de sexo. Ya estaba, tenía un libro por publicar con una gran editorial, la recomendación de Jacobo Zabludovsky (el viejito de las noticias)… ¿Qué podía salir mal? Pues nada, que Diana se pasó el contrato por los huevos y diez años después de la publicación Carlos Flores Vargas no vio ni un centavo.
Harto de no tener respuesta de la editorial, en 1989 Vargas se plantó en la, ahora desaparecida, Feria Metropolitana del Libro que se ubicaba en el pasaje Zócalo-Pino Suárez. Y exactamente a lado del stand de Diana se declaró en huelga de hambre. Tras nueve días de ser ignorado y menospreciado por editores y escritores de la misma Diana, declaró que se amputaría una parte de su cuerpo y se lo comería a la mexicana. Al final Diana lo recompensó.
¿Qué fue lo que le dio valor para ponerse en huelga?
Pues me sentí con autoridad, poderoso, luego de haber ganado el segundo concurso de cuento Max Aub de España, el de Cuento Latinoamericano que hacía la Casa de Cultura de Puebla y un cuarto lugar en el extinto Premio Juan Rulfo que se hacía en Francia.
¿Creé que valió la pena?
Sí, algo que ayudó mucho fue que llegara un representante del Premio Max Aub desde España y me diera su apoyo, o tal vez sí se creyeron que me iba a comer; pero todo eso hizo que Diana doblara las manitas y me recompensara con una cantidad de dinero y una veta editorial de por vida: En ningún lado aceptaban mis escritos y así me la pase diez años, tocando puertas.
Chale, es sorprendente ver como el trabajo te puede hacer ganar unos cuantos premios gracias al talento, claro. Pero también impresiona ver como eso luego puede hacerte perder el piso y ser un poco impulsivo. Y lo que hizo Carlos, carajo, fue las dos. Pero también fue tener la pinche obstinación de que esta gran editorial no se saliera con la suya, porque claro: lo impulsivo salió por un abuso. Y le valió madres todo lo que pasó con tal de que le hicieran justicia ¡a huevo!
¿Y mientras hacía su lucha, a qué se dedicaba?
Era guionista de famosas y bien recordadas revistas como Sensacional de mercados, Sensacional de traileros, Sensacional de vacaciones y los primeros números de Sábanas mojadas.
¿Y le iba bien de eso?
La verdad es que sí, vivía de eso. Luego me pase de calentar con guiones que terminaban en majestuosos dibujos pornográficos a hacer llorar a las señoras flacas y gordas en las estéticas siendo guionista estrella de El libro sentimental, de editorial Novedades por cinco años.
¿Por qué se salió?
Cambiaron de dueño y a pesar de que me habían dicho que me quedara ahí, yo quise cumplir uno de mis más grandes sueños y la metida más grande de pata que he tenido: producir una obra de teatro.
No sólo el buen Jack Mean (una entrevista de Tinta chida sobre como vivir de escribir cómics porno) ha sido de los devotos entregados a las sagradas escrituras del porno. También lo ha sido el querido Carlos que me platicó como se la rifaba hasta en tres revistas al mismo tiempo, todo por, a huevo, querer vivir de escribir. Hasta dan ganas de ver que también me va rifándomela escribiendo sólo sobre pura cogedera, ¿a poco no?
¿Cuál obra montaste?
El loco amor, viene, de Ibargüengoitia, el mejor novelista del país y un excelente dramaturgo, pero todo esto se me salió de las manos, al final me quedé casi solo y hasta terminé siendo actor, aun así la presentamos un año.
Mis sueños nadie me los quita, por eso es MI SUEÑO. O eso me enseñó Carlos con ese ejemplo. Valer madres y tener un poco de varo para armar la obra de teatro que siempre había querido ver. A pesar de que las primeras veces el público fuera escaso, a pesar de que los actores se vayan, a pesar de que hasta él tuvo que acabar siendo actor…
¿Y luego?
Pues gracias a consejos de periodistas y amigos decidí armarme en 2004 mis propios libros, en Ediciones Patito —como decidí llamarles— o artesanales: ya que yo hago todo el proceso de edición. Soy de los pocos escritores que es su editor, distribuidor y vendedor.
¿No pensó llevarlos a las librerías?
Me rechazaron igual que lo hacían las editoriales, es lógico ya que es un mercado cerrado y entre ellos tienen convenios.
Ah que Carlos… lo bueno es que eso no lo detuvo. Ya me imagino su pinche abdomen marcado por tanto rechazo, y, sin embargo, ¡le valió madres! Y órale: ¿Qué nadie me quiere publicar mis libros? A la chingada, yo solito me los hago. ¿Qué nadie me quiere distribuir mis libros? A la chingada también, pues yo solito me los vendo. Rara vez se ve un escritor tan pinche perseverante, todo porque él sabía que valía la pena tanto la literatura: cómo vivir de ella, cómo rolar sus cuentos para al menos dejar un poquito de él en las personas que le llegaron a comprar uno de sus ejemplares.
Cuando entrevisté a Vargas ya llevaba un año y medio fuera de las calles. “Extraño estar ahí, ya tenía mi renombre, en alguna ocasión me preguntaron que si yo era el famoso Carlos Vargas y eso me agarró de sorpresa. Aparte ahorita tengo un bloqueo, no me sale nada. Tengo mi obra más ambiciosa por terminar. Es mi novela De pelos, me faltan unos capítulos, estoy seguro que hará que más de uno se ría. Eso sí, sigo leyendo. Estoy entregado a la literatura”.
¿Y si llegó a vivir de eso?
Eran grandes caminatas, llegué a estar desde Coyoacán, Bellas Artes, la Zona Rosa, el Zócalo y donde hubiera ferias del libro a mi alcance, pero sí. En los diez años que estuve rondando vendí poco más de 20 mil ejemplares de mis cuatro libros.
Ahora que hay tantas editoriales independientes ¿no ha pensado darles una oportunidad?
No, los editores me producen anginas y salpullido, algo que me caracteriza es que soy de los pocos escritores que tiene un contacto tan directo con sus lectores y eso no tiene comparación con nada.
¡N-o m-a-m-e-s! 20 mil pinches libros armó y vendió él solito, claro a lo largo de diez años, pero… hoy en día las editoriales nada más te hacen tirajes de mil quinientos o dos mil, cuando ya estas rayado, y muchas esos escritores no logran vender ni la mitad. Y luego esos mismos escritores son los que son los más mamones. Creo que el contacto que tenía Carlos con sus lectores era de lo más chingón, y una de las cosas que yo deseo como escritor, ¿Apoco no está poca madre el contacto directo de tu lector y la retroalimentación que se puede llegar a hacer? Así como yo, que de lector pasé a entrevistarlo y madres, que me termina enseñando un chingo de cosas.
¿No cree que es una injusticia la recepción que ha tenido su trabajo?
Así ha pasado con muchos escritores. Por ejemplo: Enrique Jardiel Poncela, a quien yo considero el mejor humorista, murió abandonado. Horacio Quiroga, quien para mi es el mejor cuentista que ha tenido Latinoamérica murió en la miseria y la locura, mi momento llegará. Y a pesar de todo eso, no me arrepiento, estoy seguro que lo volvería a hacer.
Le agradecí la entrevista y le di un fuerte abrazo. Me fui deseando que le llegara la inspiración para volver a escribir y terminara esa novela que seguía incompleta. Deseé que el cáncer se quedara en espera y que la crítica por fin pudiera hacerle justicia a los textos del “Patito feo”.
Como comentario final agregaré que además de las lecturas tan chingonas que me recomendó y de todo lo que he puesto entre líneas de la entrevista, sobre lo que me enseñó, puedo decir que Carlos y su historia son una chingoneria. A muchos de los que se las he platicado los asombra, a mí, que a pesar de haberla leído −ya que Carlos se caracterizaba por contarla una y otra y otra vez, cual Sherezade− me asombró y eso fue lo que me llevó a que me dejara unas cuantas cosas sobre el amor a la literatura y claro, sobre el rechazo que tantas veces me ha calado después de perder como seis premios este año.
Para saber de Carlos también pueden visitar su página en donde se pueden leer unos cuantos cuentos: http://www.elescritorapestado.com/