Clichés que replicamos o presumimos, pero que tarde o temprano nos tragan: desde el artista muerto de hambre hasta el escritor borracho.
La historia
Tenía 18 años y quería, con todos mis huevos, ser escritor. Escribía y escribía y escribía, pero estaba tan cargado de clichés de lo que significaba la profesión que mi pobre espalda apenas aguantaba.
Cargaba todo tipo de leyendas y mitos románticos. Desde el artista muerto de hambre hasta del escritor asceta, solitario y gruñón. Pero el que más me pegaba, con el que más recio me identifiqué y por lo mismo más me lastimaba, era el del escritor del los bajos mundos. Aquél que ha vivido de todo y probado de todo y se ha sumergido en los abismos de la sordidez para después escribirlo.
Si quería ser escritor, tenía que pagar el precio de arrastrarme por las sórdidas banquetas de la vida.
A lo mejor por haber leído demasiado a Kerouac y a Bukowski y a Ginsberg y a Irvine Welsh, pensaba que si quería ser escritor, tenía que pagar el precio de arrastrarme por las sórdidas banquetas de la vida. Visitar los bajos fondos. Y lo hice. Pagué el precio.
Me fui a Sullivan y contraté a una puta para mi primera vez. Ella se subió al coche de su padrote y la seguimos por calles apenas iluminadas hasta llegar a un hotel de mala muerte. El tipo de la recepción habló con ella, que era flaquita y si acaso tendría 18, igual que yo. Qué onda, cómo va la chamba. Ahí flojona, éste apenas es el quinto. Pasamos a un cuartito de tres por tres con los gemidos de una peli porno de banda sonora desde la tele colgada en una esquina. Ella me dijo, vas, desvístete. Se quitó la ropa. Me puso un condón. Me subí en ella. Me viene a los 5 minutos.
Ni siquiera me dejó agarrarle las tetas.
Acabamos y me dijo: gracias, que te vaya bien.
Salí de ahí triste, sí. Claro. Pero también feliz: ya tenía material para escribir. El letrero de neón cayéndose afuera del hotel, los brazos como popotes transparentes de la chica, su sonrisa fría pero bonita. Y la tristeza. De ella y yo ahí mezclando nuestras necesidades en una cama de sábanas amarillas y rasposas.
Ya sé que hay muchas peores historias y que la mía no es tan dura. Pero para mí lo fue. Y me dio lo que me tenía que dar. Después de eso las cosas empeoraron. Viajé. Me metí a barrios podridos; en el Petit zoco en Tánger ( ahí donde Burrougs perforaba sus venas una y otra vez) un guey con bigote de pelusa me amenazó con cortarme la cabeza si no le daba unos dirhams. En fin. Estaba aterrado, pero deleitado y presumía mis experiencias como si fueran una montaña de oro puro. Ya me estaba convirtiendo en alguien interesante. Ya tenía de qué escribir.
Pero la verdad es que siempre había tenido de qué escribir. Y esas experiencias, aunque fueron muy intensas, tampoco me hicieron mejor escritor. Más mamón, si acaso.
En esta entrada voy a hablar de estos mitos que rodean a la profesión. Clichés que llevamos tatuados en el inconsciente colectivo del oficio. Mitos que asumimos como reales, mitos que replicamos o presumimos orgullosos para parecer más interesantes pero, mitos que tarde o temprano nos engullen.
Verán que son muchos y hasta se contradicen. Y no son cualquier cosa. Sí, aquí me voy a burlar de ellos, pero son fuerzas culeras, arquetipos intensos que resuenan con lo más profundo de nuestras almas. Así que aunque se te haga simpático este choro, no bajes la guardia, porque lo importante es escribir, no volverte una caricatura de todos los clichés literarios.
Lo importante es escribir, no volverte una caricatura de todos los clichés literarios. Share on XPor cierto, ya nombramos muchos de estos mitos en el manifiesto de los escritores que sólo quieren escribir. Así que chécalo si quieres una versión más puntual y rabiosa.
Buenos, manos a la obra. Y el que esté libre de todos los clichés, que tire la primera piedra.
Mitos de escritores, clichés de escritores, escritores
Ojo: hay muchos que sólo escriben como pretexto para calzarse uno de estos mitos. Si eres de esos, mejor sáltate este artículo y salte a farolear.
1. El terror a la página en blanco
Este es uno de los más dramáticos y sangrones. ¿Por qué habría de aterrorizarme una pinche hojita en blanco? Tal vez porque escribimos con la mente y no con el corazón. O porque creemos que escribir es un juego del intelecto. Ahh, hay montones de notas y artículos y estados de facebook hablando de lo terrible que es enfrentarse a la hoja en blanco. ¿Para qué nos sirve decir eso? ¿Tiene que hacer el mismo teatro ridículo un carpintero al enfrentarse a una tabla? Este mito tiene que ver con el siguiente y con el que asegura que escribir es una tortura que desgarra el alma. Pero no tiene que haber terror. Hay gozo por sumergirnos en nosotros mismos, hay gozo por hacer nuestro oficio, como diría Ray Bradbury.
Escribimos con la mente y no con el corazón. Creemos que escribir es un juego del intelecto. Share on XAntídoto
Apaga el ego. Deja de atormentarte y sólo escribe. Escribe y juega con esa hoja, deleítate en el gozo de hacer lo que te gusta, sin esperar nada. Sin pensar en tus expectativas ni en las de nadie.
Ya todos saben que eres escritor, y que según tú es muy difícil, como si las demás profesiones no lo fueran. Ya lo saben, ya no lo sigas repitiendo porque terminarás por creértelo y he ahí la peor tragedia.
Escribe y juega con esa hoja, deleítate en el gozo de hacer lo que te gusta, sin esperar nada. Share on X2. El Bloqueo de escritor
Este mito, que se mezcla con el anterior, ya lo exploramos largo y tendido en Tinta chida, en el artículo que escribió Mike hace un par de semanas: es un pretexto que nos inventamos para no escribir, y viene de la misma raíz del anterior. De querer que nos consideren dioses impecables que sólo escriben genialidades. Una cosa es no estar inspirado, o no escribir diario con el mismo nivel artístico, si es que existe tal cosa, pero de ahí a estar bloqueados, no me mames de mi pájaro ceboso, Del Barrio.
Antídoto
Escribe. Escribe. Escribe.
Escribe con la patas, con faltas de ortografía. Que la hoja de tu editor de texto quede manchadísima por el rojo del auto-corrector. Ni siquiera mires la pantalla ni revises lo que escribiste en el párrafo de arriba. Síguete de corrido, como un ciego o un enamorado.
No edites nunca mientras escribes. No invites a la mente a un asunto que, al menos en esa primera etapa, es del cuerpo. Ya después, cuando el vómito salga completo, llama al cerebro y tacha y borra. Verás cómo con esta técnica ya no podrás quejarte de ningún bloqueo.
No edites nunca mientras escribes. No invites a la mente a un asunto que es del cuerpo. Share on X3. El bohemio borracho
Ahh. El escritor bohemio que se desvela y es un borrachazo y se coge a todas. Éste es de los que más me han atraído. Pero la neta nunca fui muy bueno para desvelarme y, al chile al chile, apenas me tomo dos chelas y me mareo. Ya sé que tengo 34, pero me pasaba lo mismo desde los 15.
Ok. William Faulkner y Scott Fitzgerald y Truman Capote y Raymond Chandler y Edgar Allan Poe y Oscar Wild y Arthur Rimbaud y Jack Kerouac y Malcolm Lowry y Marguerite Duras y Rubén Darío y Dostoyevski y Lawrence Durrell y Hunter S. Thompson y Ernest Hemingway, Charles Bukowski y William Burroughs y otros tantos cientos eran unos borrachazos. ¿Crees que por chupar un chingo vas a tener su talento?
¿Crees que por chupar un chingo vas a tener su talento?
Y no tengo nada en contra del chupe. Solo quiero separar las cosas. Beber es una cosa, chingona para muchos, escribir es otra. Chupa, si quieres, mientras escribes, si eso te ayuda o te conecta o lo que sea, pero no lo hagas porque creas que es requisito para ser escritor. Porque no lo es. Para escribir no hay que ser ni bohemio ni borracho.
Antídoto
Experimenta. Escribe con y sin alcohol. Prueba otras cosas que te inspiren y hagan que baje la Diosa Blanca. No renuncies al alcohol o al churro o a lo que te metas, si no quieres, pero deja de creerte que los necesitas para escribir chingón.
Y lo mas importante, deja de andar presumiendo por ahí lo borracho que eres. Queremos leerte, lo demás es pura faramaya.
4. La soledad
¡Ahh, un clásico, cómo no! El escritor misterioso solo en su buhardilla. El antisocial que odia el mundo y sólo es reconfortado por el silencio universal. ¡A ver gansitos a otro lado! Digo, no dudo que haya muchos escritores así, como los hay sociables y gustosos del contacto humano y el ruido, y está bien ser cualquiera de los dos tipos, si eso es lo que eres. ¿Pero pensar que necesitas encerrarte en tu bunker durante días para escribir? Ni que fueras Sallinger. Y el viejo tenía otras razones para hacerlo, como por ejemplo, haber visto pilas y pilas de cadáveres en el campo de concentración que su batallón liberó en la segunda guerra mundial.
Antídoto
Si crees que este aislamiento ha sido más un adopción del mito que algo que necesitas, prueba salir de tu cueva. Ve a un taller literario. Escribe con otros, a cuatro manos o cada quien en lo suyo. Si te acomoda, intégralo a tus hábitos escritoriles.
5. No eres nada si no has publicado
Estás en una fiesta y te preguntan, ¿y tú qué haces o qué? y tú dices escritor y luego ellos te contestan, ah y ¿en dónde has publicado? y ahí agachas la cabeza y te disculpas o te montas al macho e inventas que has publicado en algunas revistas en España o algo así. Permites que esa pregunta te desarme. Le das demasiada importancia. Y no. Eres escritor aunque no te haya publicado ni anagrapa ni alfaguarra ni ninguna de ésas.
Eres escritor aunque no te haya publicado ni anagrapa ni alfaguarra ni ninguna de ésas.
Antídoto
Apriétate el alma y cuando te hagan la pregunta contesta, viéndolos a los ojos, con toda seguridad: No he publicado en ningún lado. No te justifiques. Verás que de todos modos sigues siendo escritor.
6. Los premios y las becas
Si no nos han publicado por lo menos hay que tener un premio o una beca ¿No? Eso da más caché.
Nel. Tampoco es necesario. Un premio sirve, si necesitas lana para ganarte la vida. Una beca igual. Pero ni eso ni lo que diga nadie te va a hacer más escritor de lo que ya eres.
Nosotros mismos alimentamos al sistema, le damos de comer. Aunque no hayamos publicado ni tengamos premios, nos cuidamos de no leer a cualquiera, y menos si no ha ganado por lo menos una bequita o si alguien reconocido no ha reseñado su trabajo.
Antídoto
Leamos por leer, no por los reconocimientos que el sistema nos cuelgue.
Sigue concursando en todos los premios y becas que puedas. Eso es útil para vivir de tu oficio. Nomás bájale dos rayitas y no te creas el cuento de que sin ellos no eres nadie.
7. La envidia entre escritores
Uuuu. Ya entramos en agua profundas. Les adelanto que como este tema es tan amplio, estamos preparando una guía completa acerca de la envidia literaria. Mientras tanto les decimos que para ser escritor no es necesario envidiar a nadie. Ni a los que son mejores porque lo merecen ni a los que venden millones, pero son unos pobres pendejos. A veces hasta nos gusta reunirnos, como si fuéramos conductores de programas de chismes de espectáculos, entrecerrar los ojitos y decir, ay sí, ¿ya viste? no mames, no sé cómo lo publicaron, es malísimo. Todo está arreglado. Pinche mundo.
No hay tos. Si te olvidas de la envidia vas a seguir siendo parte del club. A lo mejor no del club de los escritores envidiosos, pero sí del club de los escritores.
Para ser escritor no es necesario envidiar a nadie Share on XAntídoto
No te enganches. Esas pláticas no te ayudan. Ver hacia abajo a los demás colegas de profesión no te va a hacer escribir mejor, ni tampoco va a hacer que te publiquen. Si te da coraje que tú todavía no has tenido esas oportunidades, está bien. El coraje es sano. Pégale a un costal de box y enfoca esa energía en escribir mejor y en buscar más oportunidades para ti.
8. Todos los editores son unos pendejos
Típico. Lo hemos oído tanto que ya está grabado en nuestras células. Son unos pendejos, y no sólo los editores, los críticos y los lectores y todos los que piensen que mi trabajo es mejorable. Sale, algún puñado de genios a lo largo de la historia tal vez tenían el nivel para hacer algo así, pero, ¿por un puñado vamos nosotros a creernos ese cuento?
Algunos editores seguro son unas bestias, pero otros no. Y todos los trabajos son perfectibles. ¿Qué nos cuesta escuchar, aceptar, discutir con la mente abierta? ¿Qué es más importante, la obra o la pose de decir que no permitimos que nos cambiaran ni una coma? Ojo, con eso no quiero decir que no defendamos nuestra visión. Pero estar abiertos y con la mente atenta y flexible nos ayuda crear obras mejores.
Antídoto
Escucha. No seas necio o necia. Defiende tu visión pero con argumentos, no por berrinche.
9. La pureza del arte
El arte debe de ser pura y al momento de mancharse por las palabra marketing o negocios o dinero, pierde su esencia transformadora… ¡Voy voy! ¡No me estés choreando, manito!
Una cosa es el proceso artístico, que acaba cuando terminamos de escribir la obra. Una vez concluida ¿Qué tiene de malo promocionar y venderla para ganar dinero y seguir creando arte?
Antídoto
Arremángate. Pierde la pena y aprende a vender tu producto. Por qué sí, es arte, pero una vez fuera del horno creativo es un producto, y qué bueno que lo sea, porque gracias a eso, además de conectar con otras personas nos ganamos la vida.
Es arte, pero una vez fuera del horno creativo es un producto Share on X10. El odio a los bestsellers
Todos los bestsellers son una cochinada. Yo podría escribir uno si quisiera. Pero no quiero. Aja, sí, ¿y tu nieve de qué la quieres? Debe de haber una ley grabada en alguna tabla que diga: la calidad literaria no equivale a la cantidad de ejemplares vendidos. Y funciona para los dos lados. Porque todos sabemos que hay cosas chafísimas que venden millones, pero, también hay cosas chingonas que venden muchísimo.
Mi libro favorito es un bestseller. El guardián en el centeno. Una obra impecable del canon. Y al mismo tiempo uno de los libros más vendidos de todos los tiempos.
Antídoto
No dejes que el prejuicio de las ventas te posea. Pruébalo. Léelo. Júzgalo por ti mismo y no por su éxito comercial.
11. Destruye tus borradores
Éste es de los más mamonsísimos del planeta.
Un maestro cierta vez nos aconsejó: muchachos, destruyan sus borradores, sus apuntes, sus cuadernos, sus intentos. ¿Imaginense que una vez, ya consagrados, alguien los encuentra? La obra que dejemos atrás de nosotros tienen que ser impecable. Inmortal. Nuestro legado perfecto.
¡Ay, culerísimo! No manches mi alma con tanta jalada. Estas nociones son las más dañinas. En especial porque nos hacen tragarnos el cuento de que la perfección existe y no hay que cometer errores.
En especial porque nos hacen tragarnos el cuento de que la perfección existe y no hay que cometer errores.
Me encabrona. Para llegar a la maestría hay que cagarla cientos de veces. ¿Y qué hay de malo en quitarnos la coraza y dejar que el mundo vea que nos equivocamos? Que cuando empezamos estábamos bien pendejos. Que estar bien pendejos es parte de los pasos necesarios para alcanzar ciertos logros artísticos. Porque si excluyen a los novatos que hacemos puras pendejadas, será igual que vender una foto de una modelo bien buena, pero toda fotoshopeada. Una mentira. Una farsa para hacer creer a otros una ilusión que no existe.
Estar bien pendejos es parte de los pasos necesarios para alcanzar ciertos logros artísticos Share on XAntídoto
Enseña tus cuadernos. Presume tus errores. Comparte tu primer cuento y hazlo con orgullo. Sí, está medio ñoño y cursi, pero qué, lo escribiste a los 15 y fue importante en tu vida. Deja que los biógrafos hurguen en tu pasado y muestren al mundo, cuando ya seas una leyenda, que empezaste como todos, sin tener idea de lo que hacías.
12. Se nace no se hace
Y sí nos creemos el mito anterior llegamos a éste. Se nace. Nadie aprende. Todo los grandes escritores era genios desde bebés. Nahh. A lo mejor unos alcanzaron cierto nivel de maestría más rápido que otros y de pronto parece que siempre lo tuvieron. Y a lo mejor sí, hay unos cuantos que nacieron con genialidad desde que abrieron los ojos. Pero la mayoría no. Así que dejémonos de exigirnos ser geniales tan rápido
Antídoto
Confía en ti y estudia un chingo. Escribe muchísimo. Ve a talleres y escuelas. No tiene nada de malo no haber nacido genio. Pedir ayuda y aprender te hace mejor.
13. Leer como loco
Lee lee lee lee lee. Absorbe como troglodita. Ya lo dijimos en la guía del silencio: absorber como aspiradora no te hace aprender. Lee porque lo disfrutas, pero lee con consciencia.
Antídoto
Lee despacito. Analiza. Repite un mismo libro tres o cuatro veces. Revela el misterio del Gran Mago detrás de él.
14. Luz, espacio, aire
Voy escribir hasta que tenga las condiciones para hacerlo. Hasta que encuentre el espacio necesario: un estudio amplio donde entre la luz y la inspiración me tome como a un poseso. O por lo menos hasta que tenga un cuarto y nadie entre bajo ningún motivo… las circunstancias perfectas para escribir nunca van a llegar y si te quedas esperando el momento perfecto, pues ahí te vas a quedar, viendo como los que escriben logran decir lo que necesitan.
Esto no significa que uno permita distracciones en su horario de escritura. Como dijimos en la guia del silencio, más que un espacio perfecto, iluminado y con una vista espectacular, uno puede crear su propio recinto sagrado simplemente apagando el teléfono, las notificaciones, el internet, y enfocándose en la obra que tiene enfrente.
Antídoto
Primero lee este poema.
Ahora, elije una hora para escribir y escoge el lugar que, según tus circunstancias te acomode mejor. Si no puedes bloquear una hora, bloquea 15 minutos. Enciérrate en el baño. Conviértelo en tu recinto; cuelga una foto en la pared que te inspire y dale duro.
15. Vivir mucho
Nombre, eres escritor. No, pus tú sí tienes que vivir mucho, viajar mucho, probarlo todo. ¿No? ¿Si no cómo vas a entender a tus personajes?
Este mito parte de la premisa de que hay cierto tipo de vida que es vivir y otro que no. Osea, que vivir es vivir al límite: gastarse las suelas de los zapatos en las carreteras, probar todas las profesiones, meterse litros de LCD, arriesgarse estúpidamente, en fin… ser un adicto a la aventura… y aunque esa forma de vivir está chingona, la otra forma, más pacífica, también es estar vivo.
Hay muchos escritores que no han vivido al extremo, que apenas han salido de sus casas y han escritos obras impresionantes. Eso es porque se escribe desde adentro, del nudo que nos amarra el espírituxxxx. Y todos llevamos ese nudo, esas, como diría Don Araña, crueldades más rasposas que las raspadas que raspan el alma, y con ellas construimos historias que conectan con las raspadas de los demás.
Antídoto
Encuentra tu nudo. Escribe sobre ti. Sobre las cosas más sutiles, aparentemente nada dramáticas. No tienes que enrolarte en un barco pesquero y vivir en una bodega asiática con prostitutas chinas durante seis meses para considerarte un hombre, o un escritor.
16. Hay que ser bien mamón
La pose, la pura pinche pose: los lentes de intelectual y la mirada de que nadie te merece. Las firmas de autógrafos y los cocteles fresas con la crema y nata de la sociedad literaria. Pura pinche tontería.
Algunos escriben nada más por eso. Como si no pudieran ser mamones nada más porque sí, sin tener que decirse escritores.
Antídoto
Bájale de huevos. Aterrízate. Eres uno más. Escribir te puede hacer sentir muy bien, y emocionarte, y eso es bastante. No chingues. No nos quemes a los otros. Ser escritor o poeta o guionista no es más que una profesión, muy chingona, pero hasta ahí.
17. Hay que morirse de hambre
El poeta febril y tísico con las manos pálidas y temblorosas en un cuartucho de mala muerte redactando sus maravillosos poemas, aunque tenga sólo unos mendrugos de pan en la panza.
El poeta este insiste en no trabajar en ninguna otra cosa (y eso está bien, pero no cuando te mueres de hambre), aunque tampoco quiere vender sus escritos, porque eso mancillaría su arte. Le gusta ser así, sufrido, porque piensa que el sufrimiento lo ennoblece y lo hace escribir mejor… quién sabe cuánto tiempo más durará nuestro personaje… al menos que un mecenas lo rescate y lo mantenga de por vida, no le auguro un largo futuro.
Antídoto
Come. Trabaja. Nuestra intención es vivir sólo de escribir lo que nos gusta, pero mientras llegamos ahí tenemos que vivir de algo. Empieza a vender tu trabajo, haz que la letra sangre y ofrécela como buen artesano. Usa tu imaginación para no vender tu alma y al mismo tiempo sacar pa’ la chuleta. Se escriben mejores obras con la panza llena. Ese es un hecho comprobado y respaldado por cientos de investigaciones científicas.
18. La autodestrucción es el camino para la iluminación
Andrés Caidedo, el escritor de la chingonería ¡Que viva la música!, decía que le parecía ridículo vivir más de 25 años, y cuando recibió el ejemplar impreso de su primer novela, se suicidó. Muchos han sido los escritores que se han sumergido machín en las sendas de la autodestrucción. Muchos de ellos no lo hicieron por pose, sino porque es el camino que les tocaba, porque no les quedaba de otra. Pero no al revés. Autodestruirte nada más por pose o por teoría literaria es una pendejada. Suicídate pero no para convertirte en una leyenda. No seas ridículo. Hacerte malo para volverte de culto es tan falso que hace que se te vean los hilos. Aventarte discursos rolleros sobre la maldad y la muerte puede impresionar a uno que otro chavito nalgas miadas, pero hasta ahí. Si te toca emprender el camino de la oscuridad, si de verdad es así, adelante. Pero escribir también ilumina, y ensuciarlo nomás porque sí, porque te encanta que te pongan en el estante de los poetas malditos, es absurdo.
Antídoto
Escribe para salvarte. No para hundirte más. Escribir con profundidad de temas importantes que te transformen no necesariamente implica la muerte o la autodestrucción. Aliviánate.
Escribe para salvarte. No para hundirte más. Share on X19. Hay que escribir para la posteridad
Mi obra. Ese es el legado que quiero dejar al mundo. Es mi forma de ser inmortal. ¡Cálmate tú, pinche Highlander!
Si escribes para la posteridad escribes para alguien más. Para tu ego.Estás cagado de miedo y no quieres que ese hilito de vida que se hace llamar Alejandro o Tania, o Verónica o Alberto desaparezca. Sí. Todos tenemos el mismo miedo. Escribir no te lo va a quitar. Si te vuelves un mega chingón y tus papeles se quedan en las bibliotecas más sagradas del mundo ¿qué? ¿Ya te vas morir más tranquilo? ¿De qué va a servir que tu nombre sea idolatrado por generaciones?¿Vas a estar aquí para recibir las alabanzas? No chingues, vas a estar más frío que las nalgas de un vagabundo en Siberia.
Y además, nada es eterno. Todo se va a acabar: el sol va a dejar de arder y hasta el universo va a terminar enterito absorbido por la materia negra. ¡Booom! No van a quedar rastros ni de Cervantes ni de Shakespiare y menos de ti o de mí. Escribe para el presente, o como diría Kerouac: «Escribe para ti mismo, recogido, asombrado». Quítate ese peso de encima. No tienes que escribir para ser inmortal. ¡No juegues! ¿Quién puede escribir con ese inmenso peso en la espalda?
Si escribes para la posteridad escribes para alguien más. Para tu ego. Share on XAntídoto
Lee este poema de Eduardo casar:
Relájate.
Quita el gesto serio. Todos vamos a desparecer y eso es un milagro que nos hace libres.
Escribe sin pretensiones. Sólo porque sí. Si en una de esas te meten al panteón de los clásicos, pues ¿Qué? Allá ellos que se hagan bolas con tu legado.
20. Somos más sensibles y mejores que los demás
Uyy, este es otro de los que más me revuelven el estómago. «No. Es que no me entiendes. Soy muy sensible». Nos pasa a todos pero más a los poetas azotados que en serio se creen que su nivel de sensibilidad merece consideraciones, porque los hace superiores, porque pueden percibir un mundo que nadie más percibe. A lo mejor sí, los artistas perciben o siente de otro modo, más intensamente. Chance. A lo mejor sólo es porque tienen los receptores más pulidos o las antenas más paradas, pero ¿y qué? Ser más sensible sentimentalmente no te hace mejor que nadie. Solo diferente. ¿A poco los mamados del gym son más chingones porque tienen más músculos y algunas chicas se les lanzan cuando untan aceite en sus pectorales? Nel pastel. Ser sensible es una circunstancia que nos permite escribir, si lo desarrollamos, cosas universales que otros más también están sintiendo. Eso es todo. No sirve para hacerse el sufrido y pedir tratos especiales.
Antídoto
Escribe como Bart Simpson 100 veces en el pizarrón: «No voy a usar mi sensibilidad para hacerme la víctima y manipular a los demás. No voy a usar mi sensibilidad para hacerme la víctima y manipular a los demás. No voy a usar mi sensibilidad para hacerme víctima y manipular a los demás».
21. Hay que hacerlo solo
La chamba de escritor es íntima. Personalísima y se hace en soledad. ¿Por qué? Entiendo que nuestra intención es dejar que hable la voz que nos quema por dentro, pero, ¿eso impide la participación de otros? Imagínate: acabaste tu libro pero sientes que los diálogos todavía están muy débiles. ¿Qué pasaría si le pidieras a tu amigo, el que es muy buen dialoguista, que te ayude a mejorarlos? ¿Haría eso que la obra final tuviera menos valor? ¡Vayamos a talleres, pidamos la opinión de amigos, camaradas, editores! Pregunta en la redes sociales quién te puede ayudar con tal o cuál cosa. A lo mejor necesitas hacer una investigación para tu novela, pregunta, o alguien que te ayude a conseguir una entrevista para entender cómo habla el personaje de tu cuento, pregunta. Haz una convocatoria para que un ilustrador diferente le ponga color cada uno de tus poemas ( ¡yo hice esa!). Pregunta sin pena quién conoce un editor, o quién te puede de dar un consejo para concursar para una beca. Hay muchos que saben más que nosotros y si es tan dispuestos a compartir su experiencia, el resultado no puede ser más que beneficioso. Hay mil formas en las que puedes pedir ayuda y aceptar colaboraciones para enriquecer tu obra.
Antídoto
Lee el libro de Amanda Palmer El arte de pedir, o en inglish, The Art Of Asking (amz México/amz España / amz EU).. O por lo menos lee el artículo que hicimos sobre el aquí en la Tinta Chida.
No trates de hacer todo solo. Apóyate en tu comunidad, tus amigos, tus maestros.
22. Se pueden tener amigos escritores y ser leal
Aquí va otra que me encorajina. La voz dice así: «la amistad entre los escritores no existe. Somos lobos solitarios al acecho envidiándonos unos a otros». Es igual de patético que los que aseguran que las mujeres no pueden tener amigas de verdad porque siempre hablan mal a sus espaldas.
No sé porque muchos aceptamos este mito como verdad y andamos por la vida proclamando que estamos sobre un nido de serpientes y no hay que confiarnos. Sí, la envidia y la mala leche y las culeradas existen en cualquier parte, pero no entiendo porque una comunidad de escritores tendría que ser especialmente más chismosa y envidiosa que cualquier otro grupo de humanos.
Seguramente habrá algunos de los que valga la pena cuidarnos las espaldas, pero ¿de todos?
Antídoto
Confía y no te regodees en este cliché, es de los más tristes.
Busca una comunidad de amigos escritores. Si te abres y confías lo más seguro es que ellos hagan lo mismo. Estar en una cofradía de gente de tu oficio, además de motivarte, va a ser divertido, porque hay cosas de la chamba que sólo tus colegas entienden. Si no sabes donde empezar, uneté a la comunidad de los que firmamos el manifiesto de los escritores que sólo quieren escribir, o ve a una de nuestras reuniones en algunas ciudades del mundo.
23. Todos me quieren piratear
A veces ni siquiera somos tan buenos y en vez de preocuparnos por escribir mejor nos preocupamos porque no nos vayan a robar nuestras geniales ideas. Por eso ni siquiera compartimos nuestro trabajo en un taller, ni con un amigo, no vaya ser que nos metan gol y escriban con nuestra idea la novela que revolucionará la literatura latinoamericana. Ok. No dudo que haya pasado y que llegue a pasar, pero el 99 % de los casos nadie se va a robar lo que escribes, y menos tus ideas. Dalai. Tranquis. Todavía no eres tan bueno, y si lo eres, a lo mejor ni se dan cuenta, o no les importa.
Y en el extremo caso de que se roben tu idea, siempre puedes sacar otra. Porque una idea es sólo una idea. En serio. No chingues. Una idea no es nada. Es un hilo pelón sin voz ni textura. Bájate de la nube y mejor concéntrate en vestirla.
Las ideas son de quienes las trabajan. Osea de quienes les ponen carnita. Un vez un compa hasta me dijo que no sabía cómo pero le robaban todas su ideas, que se le hacía que telepáticamente se metian a su cabeza y se las sacaban, porque era mucha casualidad que en Francia, de pronto, hubieran empezado a usarlas en una serie de cómics. Es más. Para demostrárselos, aquí les va la idea de la novela que estoy escribiendo: Una reggetonera mexicana, adoradora de San Juditas, que de pronto se conecta con visiones de sus vidas pasadas, y futuras. Si quieren cópienmela, no porque sea muy buena, sino porque aunque les quede muy chida, no va a ser igual a la mía. Porque sólo yo puedo escribir mi novela. Eso es intransferible.
Antídoto
Si de plano te preocupa tanto, registra cada cosa que escribas. Así por lo menos te quitas ese miedo de encima.
Las ideas son de quienes las trabajan. Osea de quienes les ponen carnita. Share on X24. Escribir es sufrir: la angustia y el desgarramiento del alma
Se ha vuelto frase común. Escritores indignados cuando se les pregunta si les gusta lo que hacen: «¡No. No me gusta escribir, pero no puedo hacer otra cosa! Lo necesito pero lo padezco. Es como un continuo desgarramiento del alma, es luchar contra mis demonios. ¡Es una maldición, me gustaría que me gustara otra cosa, pero, no puedo, nooo, nooo, por Dios, llévame a mí!»
Chales. Sí. A veces escribir duele, y más si tocas algo que verdaderamente te importa. Pero es una actividad que te transforma y que te recagarga y te da algo a cambio. Si fuera sólo una tortura sin sentido, ¿por qué, incluso el más enfermo, querría hacerla? Escribir duele, y más si sientes como tu oscuridad te respira en la nunca. Es intenso, pero también es un gozo. Es una dicha tener el chance de dedicarte a esto. De escarbar dentro de ti, de ver a tu demonio a los ojos, de jugar con él, con su modo de hablar, con sus miedos. Y es divertido. Y es muchas cosas. Escribir no puede ser sólo algo fijo.
Antídoto
Dejar de quejarnos y hacernos las víctimas.
Sentirnos agradecidos por dedicarnos a nuestra profesión
Renunciar. Si es algo tan estéril y dramático y espantoso. ¿Por qué chingados habría que seguir torturándonos?
The End
¿Cuántos de estos mitos forman el saco de escritor que has tejido para ti? ¿Llevarlo puesto te ayuda a escribir mejor?
Ser conscientes de lo que ganamos al repetir y alentar tanto cliché, por lo menos nos hará más libres.
Si no quieres no te deshagas de todos. Quítate y ponte tu traje de mitos cuando te convenga, búrlate de ellos, déjalos salir a divertirse, pero conócelos y no dejes que te controlen, que se vuelvan parte de ti: no te olvides que son sólo disfraces, no permitas que se fundan con tu piel.
Por supuesto, no escribo este texto desde la arrogancia de estar libre de todos ellos. Hay muchos que todavía me hace un montón de ruido. Es más, ahí te va mi Frankesntein hecho con los retazos de mitos que más me llegan: Yo fluctúo entre El bohemio borracho, Los premios y las becas, el No eres nada si no has publicado, La envidia entre escritores, y el Todos los bestsellers son malos… ¿ya ven? todavía sigo cargando mis sacos de vagabundo repletos de arquetipos chafas.
¿Cuáles son los tuyos? ¿O a poco de plano ya estás más allá del bien y el mal y no te pega ninguno? No dejes que me queme yo solito y apunta una lista con los tuyos aquí en los comentarios. O si te da pena hacerlos tan públicos, rolalos en los foros de Tinta Chida.
¡Ya estás!
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Actualización: Añadí un mito más, muy cabrón: un escritor debe ser impecable y no tener nunca ni una falta de ortografía. Es tan importante que tiene su propia entrada.