
Ilustración de Cris Dunn
¿Sirve de algo tomar una maestría en escritura creativa?¿ Qué chingados se puede aprender? Reflexiones chidas (y prácticas) por si te quieres rifar
Hace unas semanas publicamos una guía de consejos para tomar un taller literario y no morir en el intento, y sí, igual y eres uno de los muchos que para empezar pensaron ¿Un taller? Si el escritor nace, no se hace… Pues bueno, aquí una reflexión sobre cómo quizá no deberíamos echar en saco roto la formación literaria.
Lo que aprendí en una maestría de escritura creativa
Antes de empezar, tal vez sea necesario reconocer que la utilidad de los cursos y talleres de escritura ha sido muy cuestionada desde el interior del gremio literario. A algunos cursos se les acusa de vender humo y enseñar pura charlatanería. Argumentan los detractores que los escritores han existido desde mucho antes que las escuelas para escribir. Una maestría de escritura creativa no te convierte en maestro escritor.
Yo estudié una de esas maestrías de escritura creativa.
En una escuela de escritores nadie te va a enseñar a escribir, es cierto. Tampoco hay recetas mágicas, ni métodos infalibles. No hay manual del usuario. No te vas a encontrar a un experto que ponga las reglas en el pizarrón. Lo que hace un curso es estructurar y dirigir tus esfuerzos. Qué escribir. Por qué escribirlo. De qué se trata todo esto.
Muchos tenemos inquietudes literarias que nunca hemos sabido canalizar. No ayuda que en doce años de escuela obligatoria nadie le da demasiada importancia a la escritura libre y creativa. Hacerlo a base de pura intuición puede resultar más difícil de lo que parece. Además escribir es una actividad mal representada por tantos estereotipos y mitos de escritores. Piénsalo. Nunca vemos a los escritores cuando están escribiendo, los vemos promoviendo su obra en ferias de libro, en bares o en cualquier lado, hasta en Facebook. Lo que los hace escritores es la parte menos pública de su trabajo.
Yo era de los que decían siempre que quería escribir algún día un libro como si fuera algo que ocurriría mágicamente. No fue hasta que me metí a un curso que supe por dónde empezar. El hecho de ser una actividad solitaria y relativamente privada no implica que lo tengas que hacer en una cueva sin aprender de otros o sin que alguien con más experiencia te dirija y te ayude a ver el esfuerzo detrás de un libro terminado.
Es posible creer que escribir no requiere de trabajo por esa falsa noción que tenemos de los escritores que parecen hacer todo a puro golpe de inspiración o gracias a un diálogo apasionado con una musa que de pronto convierte al escritor en un puente vivo entre una consciencia superior y una Olivetti. Un curso te puede dar un plan de trabajo, un desglose de cada capítulo. Un curso te puede ayudar a entender que escribir requiere de trabajo y dedicación.
¿Para qué regresar a la escuela (después de lo difícil que fue salir de ahí)?
Si quieres estudiar escritura creativa en un taller, curso, centro cultural, en línea, hazlo. No hagas caso de artículos como éste que retoma las palabras de un escritor que imparte cursos de escritura creativa, ni de personas que advierten que los escritores no se hacen estudiando. Si no sabes ni cómo ni dónde empezar a escribir, un curso es un lugar para dar los primeros pasos y ver hasta dónde llegas.
Habiendo dicho todo eso, un curso no es una autopista a la publicación. Algunos programas, sobre todo los más reconocidos, podrán acercarte personalmente a editores que, con algo de suerte te darán sus correos electrónicos o sus tarjetas de presentación. Otros cursos pueden tener las influencias para lograr que tu manuscrito vaya directo a dictamen y se salte el montón de textos de autores desconocidos que hay en cada editorial. La publicación depende de un montón de cosas y es importante recordar que los mejores libros no siempre salen publicados.
Aprenderás a aceptar críticas…
A escuchar a otros, a tomar en cuenta los comentarios de tus compañeros, aunque no te guste lo que digan, aunque no lean en tus textos lo que tratas de decir. Los mejores compañeros son los que nos ayudan a ver las debilidades de nuestros textos, sus notas falsas, sus excesos, sus argumentos dudosos, las frases que no se entienden y las partes que puedes explorar más.
Todos somos sensibles y es normal ser un poco ardido, es hasta aceptable si uno sabe recapacitar y usar las críticas para mejorar, pero las personas que más daño hacen a tus posibilidades de tener una carrera literaria son aquellas que sólo te chulean lo que escribes. Sus cumplidos te motivarán a seguir escribiendo, las críticas te servirán para mejorar. Las críticas más dolorosas, una vez procesadas, pueden llegar a ser las que más se agradecen porque te siguen día y noche y te obligan a reflexionar. Un curso o taller te servirá para curtirte, para ser más fuerte.
Escribir con regularidad
Parece obvio que los escritores escriben, pero también parece que se puede hacer todo lo que hace un supuesto escritor (tomar whiskey, fumar, hablar de libros y de máquinas de escribir, vestir de saco e ir a muchos eventos) sin tener que escribir.
Si ya haces todo eso, el curso te puede dar lo que te falta para ser escritor: el hábito de poner palabras en papel. He leído todos los manuales de autoayuda literaria que he encontrado (Anne Lamott, Catherine Deveny, Mario Vargas Llosa, Haruki Murakami, Stephen King, John Birmingham) y todos se contradicen un montón y sólo coinciden en la importancia de escribir siete días a la semana o lo más seguido posible.
Con entregas cortas y tareas pequeñas y asequibles los cursos y talleres impulsan esas primeras exploraciones en la escritura, ayudan a encontrar el inicio del hilo narrativo y a concebir proyectos más grandes. El curso te obliga a escribir y, más importante, te genera un sentido de deber con tus textos. Es levantarse temprano, escribir antes de ir a trabajar o escribir antes de dormir mientras otros tienen tiempo para ver Netflix. Si tienes esa inquietud por las letras pero no sabes qué hacer exactamente con ella, un curso o taller puede ser un buen lugar para empezar a explorar.
Etiqueta para presentaciones de libros de nuevos escritores
En esos meses que duró la maestría fuimos a muchas presentaciones de libros, de aquellas que se hacen en librerías y ofrecen vino de cortesía (con algo de pericia te puedes emborrachar gratis en la media hora de brindis). Para muchos escritores novatos, la presentación del libro es como el debut en primera división, el momento en el cual esa industria comercial empieza a respetarlos. A estos eventos iban editores que queríamos conocer. Aunque parecía una buena oportunidad para presentarse como escritor y tratar de codearse con algún personaje de la realeza editorial y destacar en sociedad literaria, en esos eventos me encontraba siempre a los mismos diez escritores aspirantes buscando acercarse tímidamente, no al autor estrella de la noche, sino a la persona que publicó el libro que se estaba presentando. Las presentaciones de libros son una oportunidad para apoyar a escritores nuevos o a tus compañeros y para promover los pocos libros de escritores jóvenes que salen publicados. Si puedes, compra el libro y léelo (hay casos en los que el propio escritor pagó el vino que te tomaste). Dicho de otro modo, es buena idea asistir a estos eventos en nuestro papel de lectores o amigos y no como escritores primerizos. Hay otros espacios en los que podemos satisfacer nuestra necesidad de promovernos, ya los conoces (Twitter, Facebook, Instagram).
Hablar menos, escribir más
En esa maestría y ahora también en todos los rincones de la red—y en este artículo—se habla mucho sobre la labor de escribir ¿pero qué tanto se escribe?
Es posible saber todo sobre genios literarios, premios o editoriales. Puedes saber que tu escritor favorito prefiere sus cubas con Pepsi… aún así es posible que nunca escribas nada, aunque uses la bufanda como la usaba Baudelaire y cites a Rimbaud en las conversaciones con tu abuela. Llegar a tus clases/fiestas/cafés con una Moleskine que se asoma de la bolsa de tu camisa donde todo el mundo la vea (lo sé porque lo hice) no te convierte en escritor. Hablar de libros y de escribir no te hace escritor. Puedes hacer todo eso y más pero lo que te hace escritor es escribir.
Un curso es útil para conocer la realidad del trabajo de escritor, que requiere de mucha dedicación y más cuando estás empezando desde cero.
Fórmulas y estructuras
Muchos de mis profesores y compañeros insistían en ser estructurados a la hora de escribir. Podría parecer que la estructura y la organización contradicen al espíritu creativo. Algunos rechazamos esta organización minuciosa por querer hacer todo gracias a la magia de la inspiración—de eso queremos vivir. Con algo de estructura y preparación podría haber reducido la cantidad de horas que he pasado frente a cursor parpadeante. Esas horas pueden ser cabronas porque entras en un terreno fértil para toda clase de dudas existenciales. Apuesto a que los que nos encomendamos a la inspiración pasamos más horas con la mirada perdida en hoja en blanco, esperando.
En el curso descubrí que hay otro tipo de escritores que trabaja de una manera más estructurada y que llegan al teclado sabiendo lo que tienen que escribir, entienden que hay trabajo de por medio y que es posible prepararse antes de llegar al teclado. Son personas que tienen un plan de trabajo, capítulos bien delineados y quizás acepten trabajar con algunas fórmulas preestablecidas.
Los profesores más rigoristas insistían que los escritores novatos (de ficción) debíamos olvidarnos de querer transformar la literatura y seguir mejor la fórmula básica de la narrativa, los tres actos, la trama, los giros y el desenlace donde el personaje culmina una transformación y encuentra la salida de un problema que parecía imposible. Siempre fui de los que se resistían a esa propuesta porque creía que lo mío-lo mío era una literatura más natural, pero las fórmulas narrativas no tienen que ser necesariamente un reflejo de una literatura comercial o hollywoodense. Estas cosas vienen desde mucho antes de Hollywood y de la industria del entretenimiento, quizás remonten tan lejos como la antigua Grecia o más allá.
Con las fórmulas conoces tu historia completa antes de escribirla y reduces la posibilidad o la necesidad de llenar páginas con el puro fin de sentir que avanzas en tu proyecto. No es imprescindible conocer el final de tu novela o cuento, pero si lo conoces, te darás cuenta cuando empiezas a perder el hilo y tendrás criterios más establecidos para editar.
Si hay razones a favor de bajar la guardia y flexibilizar nuestra “integridad artística”, es porque los escritores jóvenes y emergentes necesitamos todos los instrumentos disponibles para sobrevivir en este difícil medio de la literatura. Meterte en un curso es una forma de hacerte de argumentos que te ayuden a persistir, a no tirar la toalla el primer día que pasas dificultades para hilar palabras. Exponer tus textos a opiniones de otros es una forma de mejorar. Un curso es un buen espacio para mejorar.
Si decides inscribirte en un curso
Investiga qué ofrece, cómo son las materias, qué materias llevan.
Pregunta qué perspectivas editoriales tienen.
Participa en las clases, aprende a ofrecer comentarios constructivos y a expresar tu opinión.
Consulta a personas que hayan tomado el curso sobre su experiencia.
Hay escritores que aprovechan los cursos para trabajar proyectos establecidos. Varios de mis compañeros llegaron a la maestría con un proyecto iniciado. Uno de ellos, originario de Hyderabad, India, había recorrido su país durante 10 meses en motocicleta y llegó al curso a pulir la idea detrás de su fascinante libro. Otros llegaron con novelas iniciadas.
El trabajo literario no tiene que comenzar el primer día de clases. Si tienes una idea, empieza a escribirla desde antes de llegar al curso. Es posible prepararte aunque no es obligación. En mi caso fui a la maestría con la idea de encontrar el inicio del hilo narrativo.
En pocas palabras, un curso puede servir para:
- Crear una red de escritores dedicados con quienes trabajar tus textos
- Aprender a aceptar críticas y aprovecharlas para escribir mejor
- Aprender a emitir críticas constructivas
- Escribir con regularidad
- Conocer diversos estilos y métodos de trabajo
- Acercarte a la industria editorial
- Conocer el verdadero trabajo del escritor
- Trabajar un manuscrito que ya tienes empezado
- Empezar a escribir desde cero
Alternativas
Los beneficios más importantes de la maestría que estudié se pueden conseguir en un buen taller o formando tu propio grupo con personas serias y dedicadas que respeten el trabajo de los demás y se comprometan con el taller/colectivo/corriente literaria que fundaron. Lo importante y lo difícil es encontrar a esas personas comprometidas y responsables, que lleguen a tiempo a las sesiones y contribuyan, que más o menos puedan hacer lo que se ha mencionado aquí. Cabe destacar que la calidad de un taller o curso no lo hace necesariamente el prestigio de la institución sino la dedicación de los compañeros que tienes alrededor y su disposición para ofrecer críticas sinceras y bien intencionadas.
Si tienes dudas sobre las virtudes de los cursos más largos, hay opciones de cursos más cortos y quizás económicamente más accesibles que pueden servir para probar antes de comprar.
El veredicto
Los cursos no son necesarios para aprender a escribir.
Son un buen lugar para hacer tu propia idea de lo que significa ser escritor y para empezar a crear hábitos y rutinas, para aprender a diseñar un proyecto, y probar diferentes formas de trabajo.
Lo más importante que dejó el curso fue un poco de perspectiva sobre el negocio editorial, este mundo relativamente inevitable para quienes quieran publicar lo que escriben. El panorama para la mayoría de los escritores es desolador, nuestras posibilidades de publicar son casi nulas, por no hablar de nuestras posibilidades de vivir nada más de nuestras novelas o textos literarios.
Si logras publicar es improbable que te den mucho dinero a cambio de lo que escribiste. Aparte de las escasas regalías, a algunos escritores les toca cubrir ciertos gastos de la promoción del libro que puede incluir pagar los Sabritones y naranjadas de la presentación e incluso costear el alquiler del local donde se presenta el libro.
La maestría me mostró que el paisaje literario es oscuro y ominoso, fue como una advertencia. Al igual que yo, probablemente leas todo esto y decidas ignorar las advertencias. Probablemente decidas seguir escribiendo hasta perderte en el inhóspito terreno de la literatura.
Haces bien.