Lee la carta del viejo Buck, escribe la tuya e inspírate para comprometerte con la vida de escritor.
Imagínate. Tienes casi 50 años y trabajas de tiempo completo como cartero
Bueno, así estaba Charles Bukowski, cuando John Martin le ofreció una lanita de por vida: cien dolares al mes hasta la eternidad para que al fin se dejara de mamadas y se dedicara a escribir. Durante más de casi cincuenta años el viejo Buck había vagado por las calles de Estados Unidos, especialmente de los Ángeles, repartiendo cartas de casa en casa en esas brillantes colinas hollywodenses. Publicó alguno que otro cuento por aquí y por allá desde que empezó a escribir a los veinte años, pero además de no creer en la horrenda maquinaria editorial, nunca pensó que realmente pudiera vivir sólo de escribir. Todo eso hasta que, John Martin, el canijo del que les hablo y editor de Black Sparrow Press, le prometió esos dolarucos.
Buck, 17 años después, justo el 12 de agosto (hago notar la fecha porque es la del día de mi cumpleaños -cuando la redactó yo tenía 5 años!) , le escribió una carta a John para agradecérselo, y esa carta, que es de esas cartas que hacen que hasta los pelos de alma se te enchinen, es la que les voy a traducir aquí.
En la carta, entre otras cosas, Charles le agradece a su amigo porque: «No haber desperdiciado completamente la vida parece ser una conquista de valor, aunque sea sólo para mí».
No haber desperdiciado completamente la vida parece ser una conquista de valor, aunque sea sólo para mí. Share on XSi después de leer nuestra guía sobre cómo renunciar y dedicarte a escribir tiempo completo no te sentiste suficientemente motivado y necesitas palabras más cabronas, irónicas y aplastantes, aquí te va el palabreo de Buck, para que te espabiles de una vez y te entregues a hacer de tu vida lo que más te nazca de los huevos: ¡una chingonería!
Bueno, como crecí con las traducciones de Bukowski de Anagrama en ese español gachupín lleno de pollas, joder y hostias, y ya estoy bastante harto de oír la voz de Charles en el caló de las españas, me voy a aventar una traducción tinta chidera. Así que cambiemos los pollas por pitos, las hostias por putazos y los joder por no mames… ¡Ah!, como que ya cambia la cosa ¿no?
La carta de Bukowski
Agosto 12, 1986
Hola John:
Gracias por la carta. No creo que duela, a veces, acordarnos de dónde venimos. Tú conoces los lugares de dónde vengo. Ni siquiera la gente que trata de escribir o hacer películas sobre eso, lo consigue. Ellos le dicen «trabajo de 9 a 5». Pero nunca es de 9 a 5, en esos lugares nunca hay tiempo ni para el lunch, de hecho, en muchos de ellos, para mantener tu trabajo ni siquiera tienes tiempo de comer. Además están las horas extra, y luego nadie registra las horas extras correctamente, y si te quejas, hay otro pendejo listo para ocupar tu lugar.
Ya conoces mi viejo dicho: «La esclavitud nunca se abolió, sólo se extendió para incluir todos los colores».
La esclavitud nunca se abolió, sólo se extendió para incluir todos los colores. Share on XY lo que duele es la constante disminución de la humanidad de esos pendejos peleando por agarrarse a trabajos que no quieren, pero que prefieren por el miedo a la peor alternativa. La gente simplemente se vacía. Se vuelven cuerpos con mentes miedosas y obedientes. El ojo pierde su color. La voz se hace fea. Y el cuerpo. El pelo. Las uñas. Los zapatos. Todo.
Cuando era joven no podía creer que la gente entregara sus vidas a esas condiciones. Como un viejo, todavía no puedo creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Por sexo? ¿TV? ¿Por los pagos mensuales de un coche? ¿Por los hijos? ¿Por los hijos que algún día van a hacer lo mismo?
Cuando era muy muy joven y me la pasaba de trabajo en trabajo era suficientemente tonto como para decirles a mi compañeros: «Hey, ¿no se dan cuenta que el jefe puede entrar en cualquier momento y corrernos a todos, así de simple?».
Sólo se me quedaban viendo. Era algo que ni siquiera querían que entrara en su mente.
Ahora hay un montón de despidos en la industria (las acerías están muertas). Están siendo despedidos por cientos de miles y ellos con las caras petrificadas:
«Les dediqué 35 años…»
«No es justo»
“No sé qué voy a hacer»
Nunca les pagan a los esclavos lo suficiente como para que puedan ser libres, sólo lo necesario para que sigan vivos y regresen a trabajar. Yo podía verlo, ¿Por qué ellos no? Pensé que para ese caso daba igual la banca del parque o ser un borracho. ¿Por qué no adelantarme antes de que ellos me pusieran ahí? ¿Para qué esperar?
Nunca te pagan lo suficiente como para que puedas ser libre, sólo lo necesario para que sigas vivo y regreses a trabajar Share on XLo único que hice fue escribir contra eso: era un alivio sacar toda esa mierda de mi sistema. Y ahora que estoy aquí, un llamado escritor profesional, después de haber regalado 50 años, me doy cuenta que hay otros disgustos más allá del sistema.
Me acuerdo de una vez, trabajaba como empacador en una compañía de reparación eléctrica, cuando de pronto uno de los empacadores dijo: «¡Nunca seré libre!».
Uno de los jefes iba pasando por ahí (se llamaba Morrie) y al oírlo dejo salir una risita, disfrutando el hecho de que este tipo estuviera atrapado de por vida.
Así que la suerte que finalmente tuve para escapar de esos lugares, sin importar todo el tiempo que me tomó, me ha dado un tipo de felicidad, el tipo de felicidad del milagro. Ahora escribo desde una mente vieja y un cuerpo viejo, mucho más allá del tiempo en el que la mayoría de los hombres pensaría continuar, pero como empecé tan tarde me lo debo a mí mismo. Continuar, y cuando las palabras empiecen a quebrarse y a mí me tengan que ayudar a subir las escaleras y ya no pueda distinguir a un pájaro azul de un clip, aún así siento que una parte de mí va a recordar el asesinato y el desmadre y la locura que tuve que atravesar para tener al menos una forma más generosa de morir.
No haber desperdiciado completamente la vida parece ser una conquista de valor, aunque sea sólo para mí.
Tuyo,
Hank
Tu carta
No sé en qué parte de la historia te encuentres, si ya eres como Hank a los 50, un escritor profesional, si estás atrapado en una oficina de pesadilla o en una dulce prisión de la que no quieres escapar porque es cómoda y tiene una pantalla de plasma con HD. Da igual, como lo primero siempre es escribir, como la palabra, hablada o escrita siempre es el principio de una historia, te invito a escribir una carta de agradecimiento por tu libertad (hipotética, futura, imaginaria, real, como sea). Como no todos tenemos ni tendremos un editor o un mecenas, escribe una carta para ti mismo, agradeciéndote el coraje, el valor, los huevos que has tenido para avanzar del punto de la historia en el que te encuentras ahora, al lugar donde quieres estar, donde tarde o temprano, vas a estar.
La carta puede funcionar como un dulce recordatorio, en caso de que ya estés ahí, o como una estática probadita de la libertad que, si le chingas, puedes tener.
La mía
17 de Mayo, 2016
Alejandro
¿Cómo estás, camarada?
¿Te acuerdas cuando hace dos años te levantabas deprimido y no tenías ganas de subir a tu cuartucho en la azotea, prender tu computadora y hacer sitios web para clientes que no te importaban?
¿Te acuerdas lo lento y triste que te sentías?
¿Recuerdas esa tristeza y la envida que te quemaba en la panza cuando veías que un amigo tuyo sí estaba haciendo con su vida lo que quería? No sé, alguien que escalaba montañas, o viajaba por todo el mundo, o tenía una organización para enseñarle a leer a niños marginados. Cuando veías que alguien tenía una banda de rock y cuando se subía al escenario brillaba y agarraba el micrófono con fuerza y gritaba, desde el fondo de la garganta, lo bien que se sentía estar allá arriba.
Tú hablabas con Lydia casi una noche por semana y le decías que estabas confundido, que estabas triste, que sentías que necesitabas escribir más, acabar tu novela; pero terminabas cediendo, aceptando que era un sueño iluso y que no podías poner en riesgo el dinero para mantenerlos. Te convencías a ti mismo. Pero al otro día no querías mover ni un pixel, ni tocar el puto html, ni el puto css ni las putas entrañas del puto WordPress de los sitios de tus clientes que, cuando te hablaban, tachabas de pendejos, frívolos, putos.
Estabas tan cansado que cerrabas el editor de código y mejor abrías el porno y te hacías una chaqueta triste, de esas tristes que te riegan más la depresión por todo el cuerpo, pero que era lo más emocionante que hacías en todo el día.
¿Te acuerdas, verdad? ¿Te acuerdas del miedo, la frustración y la rabia?
Pues bueno, Ale. Te escribo para darte las gracias. Porque ya no estás ahí. Por que no sé cómo chingados le hiciste pero te escapaste de esa chingadera, porque a pesar de toda tu tristeza, encontraste un camino de salida. Te arriesgaste a pesar de las voces que te tachaban de chamaco-pendejo-nalgas-miadas, a pesar de las miradas recriminatorias y del miedo de Lydia por creer que nos moriríamos de hambre.
¡Te escapaste! ¡Sí, a huevo, puto!
Y aunque no estás completamente del otro lado, no eres rico ni famoso ni tienes millones de seguidores ni apareces en cada eventucho de la crema y nata literaria del país, tienes un chingo de deudas y hacienda y los bancos están apunto de cortarte los huevos, ahora te despiertas con ganas, y escribes y escribes y escribes. Ahora, después de mucho, mucho tiempo, estás contento con el lugar de tu historia en el que te encuentras, esperando lo que viene con los ojos abiertos.
Gracias, canijo.
Tuyo,
Alejandro.