Sobre los narradores genéricos en tercera persona, el poder de las palabras que escoges y la riqueza de la voz narrativa
¡Ya sé, ya sé! No soy un escritor consagrado, ni una leyenda, ni el papá de los pollitos; estoy lejos de serlo, todavía estoy aprendiendo y saber eso, que aún no he conseguido nada ni soy el non plus ultra de ninguna cosa, me da más espacio para crecer, mejorar mi técnica y encontrar otras formas de escarbar la materia prima con la que trabajo: yo mismo. Ya sé. Pero de todos modos, gracias a Tinta Chida y a haber ganado un premio y a que por fin, alguien me está pelando un poquito, me está escribiendo mucha banda tintachidera preguntándome si puedo echarle un ojo a sus manuscritos, a sus cuentos, a sus historias y, ya sea ahí o en los talleres que doy, con lo que me encuentro casi siempre es que a muchos les cuesta saber quién es el narrador y escriben con un típico narrador plenipotente en tercera persona.
Por supollo que yo también empecé a escribir usándolo a él; porque es automático, inconsciente, y está disponible para todos…
El típico narrador
Imagínate que entras a una tienda para escritores; atrás del mostrador hay un viejito con la cara estirada; un intelectual elegante con un bigotito snob; un verdadero amante del arte elevado, y como tú todavía eres un chamaquito nalgas meadas y apenas estás empezando a escribir, te acercas a él todo nervioso; te tiemblan las patitas bien gacho porque el dependiente, aunque sea un empleado, te ve severamente, como diciendo: tú qué chingados haces aquí, este lugar es solo para los dioses. Entonces, cuando después de preguntarte qué deseas, tú, por fin, entre tartamudeos, le respondes que vienes a comprar un narrador para tus historias, él, con cara como si se los estuvieran cogiendo y no le gustara, te ve con desprecio y te dice: ejem, bueno, muchachito, aquí tienes el catálogo de narradores, escoge el que más te guste… y ahí vas tú, pasando las hojas del catálogo, sopesando las opciones; pero como el vendedor desaprueba cada narrador por el que le preguntas, terminas, para no hacerlo enojar, por escoger el que te recomienda: el típico narrador; el todo terreno, el que se llevan todos.
El narrador serio, en tercera persona, por supuesto, que sabe todos sobre sus personajes y puede ver todo lo que pasa desde todas las perspectivas, comos si fuera Dios y, que además, usa un lenguaje formal, estirado, pretendidamente literario.
El tipo va a la bodega y después de un rato regresa con un cilindro brillante por el que te cobra un dineral. Tú hasta las gracias les da por haberte honrado con la gracia de atenderte y te vas feliz, como la primera vez que compraste una revista porno, con tu cilindro envuelto en una tela negra para que no se le escapen los brillos que a ti también te saltan de los ojos por la ilusión de que ya eres escritor. Ahora sí vas a llegar a tu casa y con ese narrador que acabas de comprar vas a enseñarle al mundo lo chingón que eres.
Llegas.
Desenvuelves el cilindro. Prendes la computadora y con la luz apagada, para que sea más romántico, giras la tapa del cilindro para aspirar el humo del narrador que compraste, para que éste te posea; el cuerpo te tiembla como manos de churrero y sientes una punzada abajo de los huevos que te recorre hasta la punta de los dedos que se activan automáticamente como si fueran marionetas:
Alejandro abrió los ojos lentamente; afuera, una noche más negra que la boca del diablo refulgía como los pensamientos en su mente. Sí. Sentía que la niebla de su tormento lo había acompañado desde más allá de sus sueños y había despertado consigo, inundandolo con el pesarosos halo de la muerte; hinchándole los ojos de tristeza.
Así era su vida. Alejandro siempre había sido un tipo taciturno, que elevaba sus pensamientos a los más rebuscados sentimientos; desde que recuerda, cuando contemplaba el cielo, imaginaba que su vida saltaría a las esferas de la belleza más inconmensurada; y así, desde pequeño, había seguido el sendero de la irrealidad, aspirando a lo más alto.
¡Ya ves! ¿No te suena este narrador igual a cientos, miles de narradores que has leido? Es el típico narrador serio, que pretende ser elevado, pero que que da hueva porque cree que las palabras formales son más literarias que las comunes.
¿Por qué, por ejemplo, en este caso, el narrador escoge usar la palabra pequeño en lugar de chiquito, por qué contemplar en vez de ver, porqué sendero en vez de camino?
Esto, para mí, es la primera clave de la literatura: ¿Por qué escoger unas palabras en vez de otras?
O sea: todo lo que se dice, lo dice alguien, y cada alguien dice las cosas de manera distinta.
O sea: ¿quién chingados está narrando la historia que escribes? Si sabes quién es, puedes saber cómo habla, y porqué dice lo que dice, porqué escoge las palabras que escoge. Tus narradores podrán sonar diferente de el 90% de los narradores que, con pequeñas variaciones, están por ahí afuera, ocupando los primeros lugares de ventas en las tiendas literarias; narradores genéricos intercambiables con ninguna personalidad o una personalidad tan mamonamente manoseada y formal que ha terminado por ser gris e imperceptible.
Esto mismo que estoy escribiendo ahorita lo está diciendo un narrador; una máscara narrativa que me pongo para agarrar el tono tintachidero: Yo, Alejandro, el escritor detrás del cilindro que me inspira para teclear esto, no necesariamente habla así; éste es sólo un narrador para comunicar lo que necesito comunicar. ¡Pero puedo tener muchas máscaras, muchos narradores a los que puedo entrar y salir para decir lo que quiero!
Pero bueno, sigamos con esta hipotética historia.
Supongamos que después de los primeros cuentos que te avientas, de pronto por ahí te sientes medio rebeldón y por azares del destino llega a tus manos un libro de Anagrama, algo típico, Bukowski, por ejemplo. Como es la primera vez que lo lees, dices: ¡no me mames de mi pinche pajarraco ceboso! ¿Qué es esto? Quiero escribir así, quiero escribir así… entonces regresas corriendo, con el cogote apretándote, sacándote jugos de emoción, a la tienda literaria y, para tu sorpresa, descubres que ya corrieron al vendedor elitista que atendía y un halo más guarro recubre la tienda; tanto así que la dependienta ahora es una chavita con unas tetas preciosas, apretadas abajo de su top con el logo de la tienda y una cabellera rubia, pálida, como un manojo de sueños. Ahhh. Pues la chica esta te pone bien nervioso ¿no? Y cuando saca el catálogo, además de echarte carrilla porque te la pasas tartamudeando porque su olor te salta encima como un tigre en celo, a huevo te insiste en que te lleves al nuevo narrador que le acaba de llegar: ¡que es la hostia, tío! Viene directito del otro lado del atlántico, de las flamantes calles de barcelona y es tan rebelde y casual y outsider que hará que las señoritas como ella se derritan a tus pies y sólo piensen en tu polla.
Entonces, de regreso a tu casa, todavía sin saber si vas a chaquetearte o a escribir, te sientes frente a la computadora y abres tu cilindro; lo inhalas dejando que te convulsione el cuerpo. La dosis es tan fuerte que hasta una gotita de semen se te escapa, apenas, en la punta del pene y, como si te hubieras conectado los dedos a la corriente eléctrica el narrador te posee y: ¡sobres! A Estrenar a tu narrador de traducción de Anagrama:
¡Me cago en la puta leche, tío! Alejandro abrió los ojos porque la noche era más oscura que la polla del diablo; los pensamientos follaban en su mente, con toda la puta la mierda y la tristeza y la depresión de esta puta vida guarra empapada de whisky y putas y tías baratas hinchandole los ojos de tristeza y tal…
¿Por qué el narrador dice tío en vez de güey? ¿Por qué follar en vez de coger? ¿Por qué chingados un narrador guarro español está narrado una historia de un escritor en la ciudad de México?
Nuevamente: palabras. Las palabras que se escogen se escogen por algo y las dice alguien y eso impone el tono y la historia de lo que se dice.
Y así, si regresáramos a la tienda y distrayéramos a la “tia” guapa detrás del mostrador regalándole un “porro” y nos robáramos el catálogo de narradores, encontrarías de todo:
El narrador típico de traducción de Ray Bradbury
El de novela romántica
El de novela adolescente romántica
El narrador de terror
El narrador de realista mágico con alas de mariposa amarilla
Y un gran etcétera
De todos, el típico narrador genérico es el que más abunda y el que el 90% de los que empezamos a escribir usamos.
La onda es que entramos y salimos de todos estos narradores sin ser conscientes de lo que hacemos, ni de por qué lo hacemos; nos ponemos esas máscaras narrativas sin darnos cuenta y sin una intención relacionada al texto.
Pero cuando la revelación te parte la cabeza en dos, de pronto vislumbras la libertad, entiendes que todo es una voz que dice algo, que esa voz es particular, y que no hay otra como ella. Explotar esa voz, con esa sensibilidad particular, es el primer paso para escribir algo diferente, original y, posiblemente, interesante.
Cuando tienes una voz así, rica, firme, ya hiciste gran parte de la chamba; la misma voz ayudará a entender, sin dar explicaciones, quién es el personaje, de dónde viene, la edad que tiene, cómo se viste, qué le gusta… y así no tendrás que echarte esos largos chapuzones explicativos en donde en tres páginas seguidas intentas desarrollar la psicología de un personaje.
No es lo mismo que el narrador explique: “era un tipo de bajos recursos que habitaba en uno de los barrios más marginales de la sociedad y que desde pequeño había adquirido el deseo de superarse; era un joven con un lenguaje coloquial, lleno de rabia y dolor”
…a que, el narrador, o la voz del protagonista diga…
“¡Chale!, yo siempre quise salirme de esta mamada, escaparme a la verga; dejar de respirar tanto dolor.”
UN EJEMPLO
Aunque llevo un buen de años en esto de la escribida, esta revelación me llegó apenas, hace unos años.
Una noche redescubrí un cuento que según yo era muy bueno y que no había releído en años y…ohh sorpresa: ¡no mames! ese cuento que yo imaginaba la chingoneria mas grande tenia uno de esos típicos narradores genéricos… aquí un ejemplo del principio del cuento:
Miguel miró el dorso de sus manos y vio su piel parpadear como si intentara salirse del contorno de sus dedos.
Duró sólo unos segundos.
La visión desapareció y la música (que sonaba a todo volumen en el patio de la vecindad) lo trajo de vuelta al presente. Recordó que antes del extraño efecto en sus manos, miraba a una chica que le devolvía la sonrisa a través del mar de cuerpos bailando en medio de la pista.
¿Por que chigados mi narrador decía miró en vez de vio? ¿Por qué dorso en vez de mano, si daba igual?
Ahh, por primera vez lo veía claro y obvio. De ahí, decidí cambiar ese cuento a primera persona y dejar hablar al protagonista. Se convirtió en esto:
Siento un escalofrío bien cabrón. Se me revuelve la cabeza como si la hubiera metido a la licuadora y me entra un vértigo muy culero. El suelo se tambalea y los segundos y minutos se deshilachan, se dividen en un chingo de pedacitos. No puede ser el chupe porque ésta apenas es mi primera cuba. Me siento. Cierro los ojos y dejo que el sudor frío se me seque. Respiro profundo y cuando el tiempo se acomoda y se me pasa el vértigo, regreso la mirada al otro lado de la pista.
MUCHO CHORO
Bueno, despues de tanta imaginación y bla bla bla, vamos a aterrizar esto en algo práctico.
Identifica la máscara
- Escoge uno de tus cuentos y descubre quién lo esta narrado.
- Ubica las palabras que dice y pregúntate: ¿por qué dice esto así?
Ahora con esta información ármate un perfil de la persona o ente que narra tus cuentos.
¿Cuántos años tiene? ¿Qué le gusta? ¿Cómo es físicamente?
Prueba otras máscaras
¡Juega! Agarra un mismo cuento y pásalo por la sensibilidad de otros narradores.
Usa al narrador Anagrama o los que quieras y diviértete. Ve cómo cambia el lenguaje, y al cambiar este, ve también cómo la historia se modifica.
El ejercicio de don araña
En el talleres narrativos que doy suelo hacer intercambios de narradores. Un ejercicio chido que siempre dejo es que reescriban sus cuentos usando el narrador de “El vampiro de la colonia Roma” o el de Don Araña, una obra de micro teatro de la que hemos hablado aquí en Tinta Chida.
Hagamos éste.
Instrucciones:
- Lee la obra de teatro en voz alta
- Escucha el audio de la obra de teatro
- Empápate del narrador y reescribe tu cuento como si lo narrara él
- Comparte tus resultados aquí en los comentarios
¿Cómo la béisbol?
¿Y tú cómo la ves? ¿Te suena todo esto? ¿Que narradores genéricos utilizas?