Consejos para escritores sobre el arte de la chingonería: como tener fe, apagar el ego y empezar a escribir con humildad.
Este artículo se publicó primero en su versión original en inglés en Brain Pickings por Maria Popova.
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“Escribir es difícil para cada uno de nosotros… Extraer carbón de las minas también. ¿Crees que los mineros se la pasan quejándose de lo difícil que es hacer su trabajo? No. Simplemente lo hacen.”
“Nada que no cueste trabajo puede ser bueno”, dijo F. Scott Fitzgerald en la carta que escribió para su hija de 15 años cuando entró a la prepa. Ese consejo incómodo y a la vez extrañamente retador, es lo que Cheryl Strayed ofrece a una escritora joven y desesperada, con más poesía y mucho mejor gramática, en su libro Tiny Beautiful Things: Advice on Love and Life from Dear Sugar.
Mucho antes de que convirtieran Salvaje -su magnífica autobiografía sobre su caminata de más de mil millas por un sendero entre las montañas del Pacífico- en una película de Hollywood, Strayed escribía una columna de consejos para The Rumpus, donde firmaba como Sugar. Entre las miles de cartas que recibía hubo una escrita por Elissa Bassist, una auto calificada “mujer patética y confundida de 26 años”, una “escritora que no puede escribir”, “una loca altamente funcional que bromea lo suficiente para que nadie se de cuenta de la verdad” . “La verdad es que”, le dice a Sugar, “me aterra no poder superar mis limitaciones, inseguridades, celos e ineptitud, para escribir bien, con inteligencia y corazón.”
Me aterra no poder superar mis limitaciones, inseguridades, celos e ineptitud, para escribir bien, con inteligencia y corazón. Share on X
Como todas las cartas que Strayed contestó como Sugar, esta es profundamente personal y aún así le habla a la danza universal que todos los artistas bailan con el miedo. La misma paralizante desconfianza en sí misma que también capturó Virginia Woolf; la misma que, como vemos en su diario, hizo que Steinbeck se regañara y motivara a sí mismo una y otra vez; la misma que mandó a Van Gogh a una espiral de destrucción antes de encontrar su camino como artista.
Lo que hace tan vital el consejo de Strayed es que no lo da desde una posición donde ella es la “MÁS SAGRADA Y BENDECIDA QUE TÚ”, sino desde los hermosos hilos de su propia y desmadrada experiencia, con los que teje un tapiz de consejos chingones, sin choros. Esto es exactamente lo que le contesta a Bassist, con el título: “Escribe como un chingón”.
Strayed, recordando la época de antes de escribir su primer libro, cuando ella también era una escritora de veintitantos aterrorizada por el miedo de ser “floja y patética”, le cuenta cómo “finalmente llegó a un punto donde la perspectiva de no acabar un libro era más espantosa que la de escribir uno que fuera una porquería”; en otras palabras, dejó de chillar e hizo lo que tenía que hacer. Sheryl, haciendo un guiño al famoso dicho de Flannery O’Connor que dice que “ El primer producto del autoconocimiento es la humildad”, le escribe a Bassist:
“Cuando acabé de escribirlo, entendí que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Que no pude haber escrito mi libro antes. Simplemente no era capaz de hacerlo, ni como escritora ni como persona. Para llegar al punto al que necesitaba llegar para escribirlo, tuve primero vivir lo que viví en mis veintes. Tuve que escribir un montón de frases que nunca se convirtieron en nada y un montón de historias que nunca formaron una novela. Tuve que leer vorazmente y escribir entradas exhaustivas en mi diario. Tuve que desperdiciar el tiempo y llorar a mi madre y reconciliarme con mi infancia y tener un montón de dulces y estúpidas y escandalosas relaciones sexuales. Y crecer. En resumen, tuve que obtener ese autoconocimiento del que Flannery O’Connor habla. Y una vez que lo conseguí tuve que detenerme, de verdad, en ese primer producto del auto conocimiento: La humildad.
¿Sabes lo que significa, bonita? ¿Ser humilde? La palabra viene del latin humilis and humus. Estar abajo. Ser de la tierra. Estar en el piso. Ahí llegué cuando escribí la última palabra de mi primer libro. Directito al suelo, a llorar. Chillé y lloré y me reí como loca. Y no me levanté como por media hora. Estaba demasiado contenta y agradecida para pararme. Acababa de cumplir 35 años hacía unas semanas. Tenía dos meses de embarazo de mi primer hijo, y no sabía si iban a pensar que el libro era bueno o malo o hermoso u horrible. Y no me importaba. Por lo menos ya no tenía dos corazones latiéndome en el pecho. Yo misma me había sacado uno con mis propias manos. Y lo hice con todas mis fuerzas, con todo lo que tenía. Y dolió”
Haciendo eco de la memorable advertencia que Voltaire redactó en su carta con consejos para escribir bien («Cuidado, no por apuntar a lo más grande, te pases y termines en lo grandioso»), y el lamento Bukowski’s cuando dice que “Los malos escritores confían mucho en sí mismos, mientras que los buenos dudan demasiado”, Strayed añade:
“Dejé de ser grandiosa. Bajé al nivel en el que lo único que importaba era extraer ese corazón extra de mi pecho. Lo que significaba que tenía que escribir mi libro. Mi muy posiblemente mediocre libro. Mi libro que posiblemente nunca sería publicado. Mi libro-ni-siquiera-en-la-liga-de-los-escritores-que-admiraba-tanto-y-de-los-que-me-había-aprendido-sus-párrafos. Y sólo entonces, cuando humildemente me rendí, fue cuando puede hacer el trabajo que necesitaba hacer. »
Strayed continua con sus rudos, amorosos e incisivos consejos a una Bassis al mismo tiempo y paradójicamente, lastimera y grandilocuente -algo nada raro en los artistas jóvenes, que olvidan que “todo lo que vale la pena toma tiempo”, una verdad dura para el arquetipo nada generoso de los milenials:
“Porque enterrada bajo las capas de ansiedad y pena y miedo y auto depreciación, lo que hay es arrogancia en su más pura forma. Una arrogancia que presume que debes de ser exitoso a los 26, cuando a la mayoría de los escritores les toma mucho más llegar ahí. Así que te desprecias a ti misma mientras al mismo tiempo te consumes entre las grandiosas ideas de tu propia importancia. Estás demasiado arriba y demasiado abajo. Y en ninguno de esos dos lugares se puede hacer el trabajo que necesitas hacer. El trabajo se hace al nivel del suelo. Y lo mejor que puedo hacer por ti es decirte que pongas, cuanto antes, las nalgas en el piso. Ya sé que es difícil escribir, querida. Pero es más difícil no hacerlo. El único modo para saber si ‘lo tienes en ti’, es trabajar y ver los resultados. La única manera para superar tus ‘Limitaciones, inseguridades, celos e ineptitud’ es producir”.
Hablando de la letanía de mujeres escritoras que se suicidaron a la que Bassist se refiere en su carta —a lo mejor Plath, Sexton, Woolf-, Strayed invita a la joven escritora a no perpetuar la peligrosa mitología de la relación entre la creatividad y las enfermedades mentales, recordándole – y a todos nosotros- que las historias que nos contamos dan forma a nuestros horizontes de posibilidades:
“En lugar de las muchas mitologías sobre los artistas y lo psicológicamente frágiles que somos, el hecho es que ser artista no te hace más propenso al suicidio. Sí, podemos hablar sobre la lista de mujeres escritoras que se han matado, y sí, podemos decir que el papel que jugó ser mujer en la sociedad y época en que vivieron, contribuyó al estado depresivo y desesperado que las llevó a matarse, pero eso no es lo importante. ¿Sabes qué es? La cantidad de mujeres que escribieron novelas e historias y poemas y ensayos y obras y canciones y guiones hermosos, a pesar de toda la mierda que tuvieron que aguantar.
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Lo importante y lo común en todas sus historias es la resiliencia y la fe. Lo importante es ser un guerrero y un chingón. No la fragilidad. Es la fuerza. El nervio. Y si ‘El nervio te niega’ como Emily Dickinson escribió, ‘supéralo’. Escribir es difícil para cada uno de nosotros… Extraer carbón de las minas también. ¿Crees que los mineros se la pasan quejándose de lo difícil que es hacer su trabajo? No. Simplemente lo hacen”
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Así que escribe, Elissa Bassit. No como una niña. No como un niño. Escribe como una chingona.
En este extracto tomado de la fantástica conversación que tuvo en el 2012 con Paul Holdengraber de “The New York Public Libraries”, con Bassist en la audiencia, Strayed elabora más sobre el arte de la chingonería.”
“Pero en realidad ser un chingón es un modo de vida… se trata de ser fuerte en vez de frágil, ser resilente y tener fe y carácter y realmente enfocarte en el trabajo y no en el miedo y la ansiedad.”
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“Creo que hay muchos escritores que no pueden escribir, o que creen que no pueden escribir, y entiendo ese sentimiento, creo que cada escritor ha luchado con esa ansiedad y auto desprecio, pero aún así, si queremos conseguir cualquier cosa, todos debemos, en esencia, aferrarnos a la humildad.”
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«Mucha gente piensa que ser un chingón es ser la figura dominante. Pero yo creo que ser verdaderamente chingón, más bien tiene que ver con la humildad. Y es sólo cuando sueltas tu ego, cuando realmente vas a hacer lo que necesitas – en una relación, en tu vida profesional, como padre.«